miércoles, noviembre 01, 2006

Sesenta litros de agua

La ministra de medio ambiente ha propuesto subir el precio del agua para las cantidades consumidas que superen un determinado umbral. Algunos medios de comunicación han hablado de sesenta litros por persona y día. El análisis de esta propuesta en los medios de comunicación es, por decirlo suavemente, lamentable.
Algunos han interpretado que se va a poner algún tipo de restricción al consumo de agua. De hecho, lo que se pretende es una subida sustancial del precio del agua. Algunas reflexiones ayudarán a entender el verdadero alcance de la medida.
Si los primeros sesenta litros se cobran a un euro y los restantes a dos euros, el precio por litro relevante es de dos euros para los que consuman más de sesenta litros. Cuándo tengas que poner una vez más el lavavajillas o ducharte debes tener en cuenta la cifra de dos euros y no la de un euro.
Cobrar un euro por los sesenta primeros litros es equivalente en términos monetarios a cobrarte toda el agua que consumas a dos euros y darte una ayuda de sesenta euros (un euro que te ahorras en cada uno de los sesenta primeros litros). La ayuda de sesenta euros la recibe tanto el que consuma sesenta litros como el que consuma seiscientos, el pobre o el rico. De hecho, quienes consuman menos de sesenta litros recibirán una subvención menor.
En resumen, cobrar el agua al precio alto es una buena medida para que la gente la use con mucho cuidado. Sin embargo, el tramo a un euro es un simple truco para enmascarar la subida de precio.
Un asunto clave poco discutido es que el ochenta por ciento del agua se destina al riego. Los precios del agua al sector agrario suelen ser muy bajos. Frecuentemente, se paga el agua con una especie de tarifa plana que no proporciona ningún incentivo al uso racional de tan precioso elemento. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido anunciar que se será más severo con el consumo del agua en la agricultura y que los precios del agua para ese uso subirán sustancialmente. De hecho, no hay ninguna razón para que el precio del agua de riego no sea el mismo que para usos urbanos una vez descontandos los costes de hacerla potable.