jueves, agosto 27, 2009

La última entrada

He estado de vacaciones en la playa. Dado que allí hay demasiada arena para mi gusto dedicaba un rato a estar en el agua con mi familia y luego buscaba un lugar fresco para tomar café y leer. En los gratos momentos de lectura de estos días he decidido hacer algunos cambios en el blog.

En primer lugar, dejaré de publicar el blog "Economía y otras cosas" y empezaré uno nuevo. El título del nuevo blog no es muy original: Economía cotidiana. Se trata simplemente del análisis de vivencias y circunstancias cotidianas a la luz de las herramientas y conocimientos básicos de Economía. La diferencia básica con el blog anterior es que intentaré dedicar más esfuerzo a la Economía y menos a "otras cosas".


La dirección se parece mucho a la anterior: http://muyutilydivertida.blogspot.com/
La elección de esta dirección no es arbitraria ya que realmente durante estos años me he convencido de que la Economía no es sólo útil y divertida sino muy útil y divertida.

La razón fundamental para cambiar de dirección es que el blog era bastante antiguo y había sido creado con anterioridad a que google adquiriese a blogger. Por este motivo, debía acceder con una cuenta distinta a la de google y, en ocasiones, me resultaba difícil mantener abiertas algunas aplicaciones de google mientras publicaba en el blog. Por tanto, he decidido empezar un nuevo blog que está integrado con todas las aplicaciones de google que uso habitualmente en el despacho de casa.

He pensado en borrar todas o parte de las entradas antiguas pero al final era demasiado trabajo. Además sería repetir un trabajo que hice hace algunas semanas. De hecho, copié a un editor de texto todas las entradas y borré bastantes con el siguiente criterio:

1. Anéctodas o chascarrillos.
2. Entradas demasiado ligadas a un hecho puntual que no tienen significado más tarde.
3. Aquellas que tienen menor contenido económico.

Las entradas resultantes constituyen un tosco borrador del libro "Blogeando Economía" que he empezado a escribir. Básicamente, las entradas se corresponden con las obsesiones básicas de un economista y pueden ser y serán ordenadas por temas. Ese será el segundo borrador. El tercer borrador contendrá comentarios actualizados y explicaciones del origen y del objetivo de las entradas.

Os espero en ECONOMÍA COTIDIANA.



jueves, agosto 13, 2009

Lucas



Me ha ocurrido alguna vez que me paso un rato hablando de Lucas hasta que por la mirada espantada de mi interlocutor me doy cuenta de que él tiene a otro Lucas en mente. Empezaré diciendo que cuando yo me refiero a Lucas no suelo estar hablando del pato ni del creador de Chewbacca. Es más probable que esté aludiendo al profesor de Economía de Chicago y premio Nóbel de 1995.

Su aplicación de las expectativas racionales en modelos macroeconómicos da lugar a sorprendentes resultados de inefectividad o incluso de resultados adversos de las medidas de política macroeconómica. Estos resultados no gustan a los que gustan de intervenir en todo momento y lugar y siempre sospechan de los individuos y los mercados. En consecuencia, este hombre se ha ganado unas cuantas enemistades y muchas críticas bastante poco fundadas. De hecho, en mi circulo de amistades se considera una debilidad moral dar valor al trabajo de este economista y "escuela de Chicago" o "chicagoboy" se usa como un insulto.

Al final, el modelo de las expectativas racionales dice algo muy simple pero tremendamente importante: si la gente puede darse cuenta de los efectos de una política los tendrá en cuenta en sus decisiones y esas decisiones pueden modificar los efectos de la política. Esto es particularmente intuitivo si la política va a tener efectos negativos para el consumidor. Es razonable que si tiene algún medio para evitar estos efectos lo pongan en práctica y que esa reacción contra la política dé lugar a efectos distintos a los que tendría si el consumidor tuviese una actitud pasiva.

Es algo así como darle el tirón a un viandante. Es muy probable que puedas huir corriendo despues porque lo has pillado por sorpresa. Pero no esperes pillarlo por sorpresa una segunda vez e irte de rositas. La segunda vez es problable que te rompa la crisma en cuanto te acerques y, haciendo lo mismo, no logres el mismo objetivo que cuando lo pillaste desprevenido.

El caso es que es probable que dependiendo del momento, del lugar y de las circunstancias la economía se comporta como el viandante descuidado o como el viandante avisado. Por otra parte, el grado en que la economía se comporta como el viandante descuidado o el avisado puede ser analizado empíricamente porque ambas actitudes generan efectos observables distintos.

¿Cómo he acabado hablando de Lucas (el economista) hoy? Todo empezó a medidados de julio. Mi semanario de cabecera, The Economist, publicó un artículo mesurado pero bastante crítico sobre el papel del conocimiento económico en la actual crisis financiera internacional. En este artículo se reconocía la fortaleza adquirida por el conocimiento económico pero se les daba mucha cancha a voces críticas. La mayor sorpresa para mí fue que esta semana las cartas al director recogían solamente las opiniones de personas muy críticas con la corriente principal de análisis económico y sobre todo con la modelización y el análisis cuantitativo. La verdad es que era sorprendente que The Economist sólo recibiese cartas en esa dirección. Sin embargo, la razón por la que publicaban sólo estas cartas es que le habían pedido a Robert Lucas que diese su opinión
en la mítica sección de Economic Focus sobre el artículo publicado en la edición del 18 de Julio . Este es el magnífico artículo de Lucas.

El artículo de The Economist peca de un defecto muy generalizado entre los economistas críticos: luchan contra un enemigo complejo, es decir, mitad real y mitad imaginario. Una parte relevante de las críticas giran sobre aspectos tangenciales de la disciplina. Por ejemplo, se puede escuchar que los individuos no son tan listos y, por tanto, el modelo de expectativas racionales no es relevante. Sin embargo, el argumento se le puede dar la vuelta y decir que los individuos no son tan tontos como implicitamente asumen algunos modelos. Al final, el modelo sólo hace una predicción bajo la hipótesis de expectativas racionales que debe ser contrastada con la realidad. El grado de sofisticación de las expectativas individuales no es un acto de fé sino un supuesto con implicaciones contrastables.



Economics focus


In defence of the dismal science
Aug 6th 2009
From The Economist print edition


In a guest article, Robert Lucas, the John Dewey Distinguished Service Professor of Economics at the University of Chicago, rebuts criticisms that the financial crisis represents a failure of economics
Rex
Rex

THERE is widespread disappointment with economists now because we did not forecast or prevent the financial crisis of 2008. The Economist’s articles of July 18th on the state of economics were an interesting attempt to take stock of two fields, macroeconomics and financial economics, but both pieces were dominated by the views of people who have seized on the crisis as an opportunity to restate criticisms they had voiced long before 2008. Macroeconomists in particular were caricatured as a lost generation educated in the use of valueless, even harmful, mathematical models, an education that made them incapable of conducting sensible economic policy. I think this caricature is nonsense and of no value in thinking about the larger questions: What can the public reasonably expect of specialists in these areas, and how well has it been served by them in the current crisis?

One thing we are not going to have, now or ever, is a set of models that forecasts sudden falls in the value of financial assets, like the declines that followed the failure of Lehman Brothers in September. This is nothing new. It has been known for more than 40 years and is one of the main implications of Eugene Fama’s “efficient-market hypothesis” (EMH), which states that the price of a financial asset reflects all relevant, generally available information. If an economist had a formula that could reliably forecast crises a week in advance, say, then that formula would become part of generally available information and prices would fall a week earlier. (The term “efficient” as used here means that individuals use information in their own private interest. It has nothing to do with socially desirable pricing; people often confuse the two.)

Mr Fama arrived at the EMH through some simple theoretical examples. This simplicity was criticised in The Economist’s briefing, as though the EMH applied only to these hypothetical cases. But Mr Fama tested the predictions of the EMH on the behaviour of actual prices. These tests could have come out either way, but they came out very favourably. His empirical work was novel and carefully executed. It has been thoroughly challenged by a flood of criticism which has served mainly to confirm the accuracy of the hypothesis. Over the years exceptions and “anomalies” have been discovered (even tiny departures are interesting if you are managing enough money) but for the purposes of macroeconomic analysis and forecasting these departures are too small to matter. The main lesson we should take away from the EMH for policymaking purposes is the futility of trying to deal with crises and recessions by finding central bankers and regulators who can identify and puncture bubbles. If these people exist, we will not be able to afford them.

The Economist’s briefing also cited as an example of macroeconomic failure the “reassuring” simulations that Frederic Mishkin, then a governor of the Federal Reserve, presented in the summer of 2007. The charge is that the Fed’s FRB/US forecasting model failed to predict the events of September 2008. Yet the simulations were not presented as assurance that no crisis would occur, but as a forecast of what could be expected conditional on a crisis not occurring. Until the Lehman failure the recession was pretty typical of the modest downturns of the post-war period. There was a recession under way, led by the decline in housing construction. Mr Mishkin’s forecast was a reasonable estimate of what would have followed if the housing decline had continued to be the only or the main factor involved in the economic downturn. After the Lehman bankruptcy, too, models very like the one Mr Mishkin had used, combined with new information, gave what turned out to be very accurate estimates of the private-spending reductions that ensued over the next two quarters. When Ben Bernanke, the chairman of the Fed, warned Hank Paulson, the then treasury secretary, of the economic danger facing America immediately after Lehman’s failure, he knew what he was talking about.

Mr Mishkin recognised the potential for a financial crisis in 2007, of course. Mr Bernanke certainly did as well. But recommending pre-emptive monetary policies on the scale of the policies that were applied later on would have been like turning abruptly off the road because of the potential for someone suddenly to swerve head-on into your lane. The best and only realistic thing you can do in this context is to keep your eyes open and hope for the best.

After Lehman collapsed and the potential for crisis had become a reality, the situation was completely altered. The interest on Treasury bills was close to zero, and those who viewed interest-rate reductions as the only stimulus available to the Fed thought that monetary policy was now exhausted. But Mr Bernanke immediately switched gears, began pumping cash into the banking system, and convinced the Treasury to do the same. Commercial-bank reserves grew from $50 billion at the time of the Lehman failure to something like $800 billion by the end of the year. The injection of Troubled Asset Relief Programme funds added more money to the financial system.

There is understandable controversy about many aspects of these actions but they had the great advantages of speed and reversibility. My own view, as expressed elsewhere, is that these policies were central to relieving a fear-driven rush to liquidity and so alleviating (if only partially) the perceived need for consumers and businesses to reduce spending. The recession is now under control and no responsible forecasters see anything remotely like the 1929-33 contraction in America on the horizon. This outcome did not have to happen, but it did.


Both Mr Bernanke and Mr Mishkin are in the mainstream of what one critic cited in The Economist’s briefing calls a “Dark Age of macroeconomics”. They are exponents and creative builders of dynamic models and have taught these “spectacularly useless” tools, directly and through textbooks that have become industry standards, to generations of students. Over the past two years they (and many other accomplished macroeconomists) have been centrally involved in responding to the most difficult American economic crisis since the 1930s. They have forecasted what can be forecast and formulated contingency plans ready for use when unforeseeable shocks occurred. They and their colleagues have drawn on recently developed theoretical models when they judged them to have something to contribute. They have drawn on the ideas and research of Keynes from the 1930s, of Friedman and Schwartz in the 1960s, and of many others. I simply see no connection between the reality of the macroeconomics that these people represent and the caricature provided by the critics whose views dominated The Economist’s briefing.



miércoles, agosto 12, 2009

Las ideas económicas del próximo presidente del gobierno

El calor del verano o que, simplemente, ya no tengo lectores hace que la entrada sobre Alfonso Guerra haya quedado muy descafeinada. Dado que nueve de cada diez lectores del blog son no sólo simpatizantes del PSOE sino seguidores acérrimos de Zapatero y el décimo descarriado sólo un poco crítico, no me parece oportuno meterme con el partido de la oposición. Lo que en lenguaje coloquial se llama hacer leña del árbol caído. Dentro de muchos, muchos años cuando gobierne el partido de la oposición criticaré a diario las dos tardes de clase de economía a las que nunca acudieron. Todavía recuerdo las risas que nos pegábamos en Oviedo a costa de las declaraciones diarias de Rodrigo Rato y las salidas de pata de banco de Alvarez Cascos. Los comentarios de Rato son difíciles de recordar porque eran trivialidades no generalizables sobre el efecto favorable en el crecimiento de un gasto público moderado y una baja inflación. Sin embargo, los comentarios de Cascos no los olvidaré en la vida. En una ocasión dijo que los partidos de futbol de primera división eran un servicio público del que debía disfrutar toda la población. En otra ocasión dijo que si el precio de los pisos subía era porque los españoles podíamos pagarlo. Sin embargo, sí esperaba que algún lector me comentase que Alfonso Guerra había dicho en la entrevista que Rajoy también se había mostrado favorable al control de los beneficios.

Esta mañana, varios periódicos afirman que Mariano Rajoy no está de acuerdo con la propuesta de bajada de salario de la CEOE. La afirmación de Rajoy tiene una doble lectura:

1. Como casi todos los miembros de su partido prefiere las políticas económicas demagógicas a las efectivas.
Para mí, los dos mayores exponentes de esta corriente en las filas del PP son el alcalde de Oviedo y el consejero de fomento de la Junta de Castilla y León. A los dos les he visto sorteando viviendas de protección oficial. Uno puede estar a favor o en contra de una determinada ayuda a un grupo de ciudadanos pero sortear una docena de pisos en un pabellón de deportes lleno de familias necesitadas es un acto de obscenidad que sólo una población ignorante y adormecida puede tolerar.
Supongo que con la gestión de las cuentas públicas, la negación del problema sanitario y el envejecimiento poblacional pronto estaremos sorteando procedimientos médicos. De hecho, algo parecido ocurre en las listas de espera. La diferencia es que la bola que determina si llegarás vivo o no al día esperado no la saca el consejero de sanidad.

2. Es un zorro político de gran envergadura.
Yo creo que hay una alta probabilidad de que la crisis económica unida al siguimiento de consignas estúpidas hagan saltar por el aire al gobierno. En ese sentido, la mejor manera de no erosionar sus posibilidades electorales y tener las manos libres para el futuro es irse a un chiringito de la playa, pedir una caña y esperar. Zapatero se encarga del resto.
En este sentido, él dice que no está de acuerdo con una bajada generalizada de los salarios pero eso no implica que esté de acuerdo con una subida generalizada. Puede implicar, que esté pensando en una reforma de la negociación colectiva en la que la evolución salarial tenga que ver con las condiciones particulares de cada empresa. Es decir, algo parecido a la reflexión que proponene los cien economistas entre los que se encuentra el actual secretario de estado de economía.

miércoles, agosto 05, 2009

State of education in Texas. Very soon if not yet in Spain.

I love the letters of readers to The Economist. Readers are witty and so are editors chosing the letters. It is a hard call but this is probably the best letter ever.


SIR – Texas’s high-school exam still flunks an appalling number of students despite efforts over the years to lower standards and make passing easier. I took the test three years ago. One page showed a map of the Long March in China, with a massive arrow indicating where Mao and his men moved through the countryside. The accompanying question did not test students’ knowledge of Chinese history, but asked, “Which end of the arrow symbol marks the destination and which end of the arrow marks the beginning?”

Brian Reinhart
Houston




martes, agosto 04, 2009

Comerse la cáscara de la naranja

Ayer tuve que eliminar una entrada del blog en la que hablaba de la corrupción. Nunca lo había hecho antes y espero no tener que hacerlo muy a menudo. La verdad es que cuando me salgo del análisis económico básico e intento dar una opinión política por moderada que sea las cosas se vuelven bastante complicadas.

Algunas razones para borrar la entrada:


1. Cuando la escribí no relacioné la vuelta de Alfonso Guerra con el archivo de la sentencia del caso Gürtel en Valencia. Horas después de publicar mi entrada caí en la cuenta de que quizás no era una casualidad. No sólo se habían recuperado entrevistas suyas durante el fin de semana sino que a la hora de la sentencia él leía versos en la cadena SER. Por tanto, mi entrada era de una inocencia enternecedora.

2. Los ánimos de mis lectores no eran proclives al análisis sosegado.
Básicamente, los que se sienten cercanos al PSOE braman por la calidad de la sentencia mientras los que no se sienten cercanos miran para otro lado. Si la sentencia hubiese sido la contraria los lectores simplemente intercambiarían los papeles. Mi blog trata de ser un espacio de análisis donde sea posible la abstracción. En este caso, la abstracción consiste en poder salir de tus prejuicios, poder ponerte en la piel de una persona de otra inclinación política o incluso en la piel de una persona que esté viendo el espectáculo desde otro país.

3. Como economista estoy profundamente disgustado.
Imaginate que te pongan una deliciosa naranja encima de la mesa un día que tienes hambre y sed y tú tomas la "inteligente" decisión de comerte la cáscara y dejar el resto. Así nos comportamos los españoles con relación a la corrupción. Usamos los indicios de corrupción para atacar a un rival político difícil de vencer dialécticamente en los foros pertinentes o en las urnas. Sin embargo, existe evidencia econométrica sobre los efectos de la corrupción en el crecimiento económico. Es decir, cuando nos parezca que nuestros salarios no son adecuados, que no tenemos medios suficientes para enseñar o que una parte de la población no recibe la ayuda que merece deberíamos pensar en el día que usamos la lucha contra la corrupción como arma en una cacería política y no como parte de un programa de reformas políticas y económicas.

Estas son mis reflexiones el día después de mi resbalón.

1. Yo me sentiría muy incómodo si un compañero de la universidad apareciese con un traje caro en el examen de septiembre y se empieza a saber que es el regalo de un alumno. Por la misma razón, no me siento cómodo con este tipo de cosas en la política. Sin embargo, éste no es el nivel actual de transparencia de nuestro país. Si queremos este nivel nos queda mucho por trabajar. Algunos ejemplos:

a. Yo suelo acudir a dos o tres congresos anuales. Algún proyecto en el que esté involucrado paga una parte, la universidad paga algo y yo pago el resto. Viajo en el medio más barato y me alojo en hoteles modestos. El congreso suele ser en instalaciones universitarias o públicas. Mis amigos médicos acuden a "seminarios" ocasionales en restaurantes caros y los congresos son en hoteles de lujo con un intenso programa social y acompañante. Suelen estar financiados total o parcialmente por la industria farmaceutica.
b. El encargado de compara las bombillas de un ayuntamiento acude varias veces al año a congresos sobre "avances" del sector bombillero. El congreso suele ser en Punta Cana, Tailandia, etc. Los gastos todos pagados por los fabricantes de bombillas.

2. Ayer descubrí que la corrupción política no puede tener un tratamiento exclusivamente judicial. Oscar, un antiguo alumno que es abogado y economista afirmaba que se había demostrado que las acusaciones contra Juan Guerra eran falsas. Yo creo que la descripción correcta es que no se pudo demostrar que las acusaciones eran ciertas y ése es el criterio de absolución. Sin embargo, ese criterio es demasiado liviano para afrontar un programa de transparencia política. Algo así como que no hay problema si no te pillan con las manos en la masa.

Las ideas económicas de Alfonso Guerra

Este fin de semana vi trozos de una entrevista de hace unos meses a Alfonso Guerra en un canal de la TDT. Pudo ser en veo TV. Aparentemente, mientras se daba la noticia oficial del archivo de la causa judicial contra el Presidente de la Comunidad Autónoma Valenciana, Alfonso Guerra leía poesía en la Cadena SER. Dado que él abandonó su cargo de Vicepresidente del Gobierno en medio de un escándalo de corrupción su reaparición es una casualidad que llama la atención.

Desde el punto de vista económico, en su intervención del fin de semana se centró en dos consignas que lleva repitiendo varias décadas.

1. La crisis económica le ha dado la razón sobre la necesidad de la intervención gubernamental en la economía.

Esto es como decir que la enfermedad da la razón a los que proponen medidas preventivas y medicación.
Es correcto si se sabe cuál es la enfermedad y cuáles son las medidas preventivas y la medicación. No vale cualquier medicina y no vale cualquier medida preventiva para cualquier enfermedad.
Las intervenciones que tiene en mente este hombre son realmente toscas: recaudar, gastar y prohibir. El problema es que los detalles sobre la recaudación y el gasto son los que definen la efectividad de la intervención. En otras palabras, cómo y cuándo hacerlo.
Prohibir es fácil pero tiene un alto coste. Por ejemplo, se podrían eliminar los accidentes de tráfico prohibiendo la circulación pero llevándonos al nivel de vida de mediados del siglo XIX. Probablemente, habría un ajuste de población a la baja asociado a esta medida que se lograría a base de grandes mortalidades (epidemias, guerras, etc).
Nadie niega la necesidad de recaudar, gastar y prohibir. El truco está en saber hacerlo y eso requiere uso del conocimiento acumulado, reflexión, creatividad y amplitud de miras.

2. La ley de hierro de los beneficios.
Cada vez que alguien le menciona la reforma laboral él replica con la tontería de la moderación de los beneficios.
El caso es que hay un instrumento básico de moderación de beneficios que ningún periodista le menciona por ignorancia o por miedo a que sufra un síncope: la competencia. Los beneficios altos duraderos sólo pueden venir de barreras a la entrada en el mercado. Muchas de estas barreras son creadas y cuidadas con gran mimo por personas que, por otra parte, piensan en moderar los beneficios por medio de una ley.