jueves, diciembre 28, 2006

Libertad de elegir: la incompetente intervención en Air Madrid

Hace cuatro años decidí comprar un automóvil de tamaño medio que me permitiese hacer viajes por la península ibérica e incluso por Europa con cierta comodidad y seguridad. La casa Mercedes tenía un coche de ese tipo y acudí a un concesionario a verlo. En el concesionario y en el taller adyacente reinaba un silencio y una limpieza impresionantes. También eran impresionantes los precios de los coches que a mi me gustaban. Por lo tanto, abandoné raudo el recinto y acudí, con la cabeza baja, a comprarme un SEAT. En la manzana donde vivo hay un taller que vende y repara coches de lujo usados previamente en países europeos avanzados. El ruido, las chispas y el humo en los alrededores se asemejan al infierno que me describían quienes me enseñaron los rudimentos de la religión católica. Los coches que vende tienen un aspecto fantástico. Sin embargo, cada pocos minutos aparece una grúa arrastrando algún coche que se ha quedado parado en alguna carretera en el momento más inoportuno. El coche que trae la grúa entra en el taller y se repara, casi en el acto, a base de martillazos. De hecho, los martillazos se pueden oír durante todo el día desde cientos de metros de distancia. Recordad que en el taller de Mercedes no se oían martillazos. Si alguien tiene alguna duda de que esta historia es cierta le invito a visitar conmigo un concesionario Mercedes y el taller de mi vecino.
El caso es que existe un cliente que va al concesionario Mercedes y paga una importante suma por un servicio de gran fiabilidad. Por otra parte, existe otro cliente que paga una cantidad mucho menor por tener un coche que pueda enseñar en el pueblo pero con un grado de fiabilidad mucho menor. Este estado de cosas es aceptado con gran naturalidad por la población y por el gobierno. Una pregunta clave es cuál es el límite inferior de la fiabilidad. Una respuesta razonable es que el límite lo marca la seguridad del resto de los usuarios de la carretera. Alegando este motivo, el gobierno ha instaurado las denominadas inspecciones técnicas de vehículos. El coche puede pararse en la carretera, no arrancar o tener los asientos raídos pero no puede tener problemas graves de frenos, suspensión, dirección o riesgo de una rotura estructural en marcha. El pasado 7 de Diciembre mi modesto SEAT pasó su primera inspección técnica de vehículos sin un solo fallo y con alta puntuación. En el mismo instante, un coche parecido a los que vende mi vecino fue remolcado por una grúa al perder su derecho de circulación en la línea de inspección paralela a la mía. Yo creo que uno puede tener dudas sobre el nivel de exigencia de la inspección técnica pero no sobre su existencia.
En resumen los clientes pueden elegir entre un producto de alto precio y alta fiabilidad y otro producto que presenta una combinación con un nivel más bajo tanto de precio como de fiabilidad.
En estas circunstancias, ¿Ayudaría al alguien el prohibir la venta de los coches de precio bajo? La mayoría de los clientes de los coches de precio bajo saldrían perjudicados ya que no podrán comprar los de precio alto. Los usuarios que comparten la carretera con los clientes de los coches de bajo precio estaban y siguen estando protegidos por la normativa de inspección técnica de vehículos. El único ganador claro es el concesionario oficial de la marca Mercedes ya que los usuarios más ricos de los coches de bajo precio pasarían a comprar los coches caros.
El asunto de Air Madrid es muy parecido. Nadie ha dicho que los aviones hayan estado a punto de precipitarse al Atlántico. De hecho, existe un programa gubernamental similar al de la inspección técnica de vehículos que limita esta posibilidad. Además, los pilotos y los dueños de los aviones no tienen ningún incentivo para que ocurra una desgracia. ¿Qué pasó entonces?
Simplemente, Air Madrid estaba haciendo un servicio barato con un número limitado de magníficos aviones. Como consecuencia, cuando aparecía una avería en vez de cruzar el atlántico con el avión averiado cancelaban el vuelo o lo retrasaban hasta que hubiese otro avión disponible. En su afán de cubrir muchas rutas con pocos aviones descuidaban algunos alementos secundarios del mantenimiento. Por lo tanto, los aviones tenían un aspecto menos cuidado que los de los competidores y tenían que cancelar servicios en momentos y lugares inoportunos.
¿Quién gana con la paralización de Air Madrid? La mayoría de sus clientes no podrán volar en una compañía competidora por sus altos precios. La seguridad no ha aumentado porque nunca ha estado en entredicho. Como en el caso de los coches, únicamente los competidores de Air Madrid han ganado.
¿Qué hubiera ocurrido si no se hubiese intervenido más allá de la inspección técnica?
Los retrasos continuarían, los clientes se darían por enterados y bajaría la demanda de asientos en Air Madrid. Air Madrid podría bajar de nuevo el precio para mantener los clientes. Es decir, ofrecer un servicio para gente con muy poco dinero y muy poca prisa o mejorar la fiabilidad y ofrecer un servicio para gente con más dinero y más prisa. Es decir, no hubiera habido ninguna consecuencia dramática.
Por cierto, las aerolíneas más consolidadas hacen exactamente lo mismo con menos aspavientos. En un día normal, se pueden comprar billetes para cruzar el atlántico en clase turista con precios que van de los 300 a los 2000 euros. Por supuesto, los billetes llevan una letra que dice que tipo de tarifa has pagado. Cuando un avión se estropea, por ejemplo en Buenos Aires, algunos pasajeros pueden ser recolocados inmediatamente en aerolíneas competidoras a un alto coste para la compañía. Otros pasajeros viajarán, a coste cero para la compañía, en las horas y días siguientes en los asientos libres de los vuelos de la misma compañía. ¿Quién viajará inmediatamente? ¿Quién estará unas horas o unos días en el aeropuerto de Buenos Aires?

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