CÁNDIDO PAÑEDA
Leonid Hurwicz recibe el Nobel a una avanzada edad (90 años) y lo hace con dos más jóvenes leones: Eric S. Maskin (57 años) y Roger B. Myerson (56 años). El Nobel de Economía de este año es, pues, el punto de encuentro de diferentes generaciones y de dos orígenes (el ruso Leonid y los estadounidenses Eric y Roger) y tres destinos (Minnesota, Princeton y Chicago, respectivamente). Todos ellos a la búsqueda y captura de mecanismos institucionales para la resolución de problemas sociales.
Algunos problemas sociales
En los últimos años ha habido una tendencia a la privatización de diversas actividades en diferentes países del mundo. Estos procesos pueden realizarse de diversas formas: por ejemplo, que el gobiernete se las pase a los amigotes o que se subasten. Supongamos que el país del que hablamos es un país civilizado que emplea el segundo método. En ese caso cabe la posibilidad de que el Gobierno se plantee la siguiente pregunta: ¿qué tipo de subasta debe emplear si pretende obtener el mayor precio posible por la venta de dichas empresas públicas? Es una pregunta muy relevante y de gran interés, pues hay mucho que ganar o perder en la jugada.
Otra pregunta relevante es, por ejemplo, la que se podía estar haciendo Salomón cuando se enfrentó al problema del niño que reclamaban dos madres. Sin duda, se preguntó ¿cómo me las arreglo para resolver este problema de forma justa? De nuevo, hay mucho que ganar o perder en esta jugada.
Finalmente, un historiador puede preguntarse cuáles son las razones que laten tras el mayor crecimiento de la productividad de la agricultura en Inglaterra, comparada con Francia, en el período 1600-1800. Una posible respuesta es que el hecho de que la toma de decisiones sobre cosas tales como el drenaje o el cercamiento de los campos abiertos («bienes públicos» en la jerga económica) requiriera unanimidad en Francia y no en Inglaterra, puede haber influido decisivamente en tal diferencial de productividad. Esto es, la jugada puede que le haya salido bien a Inglaterra y menos bien a Francia por una sencilla cuestión de método, de procedimiento, de mecanismos.
Los mecanismos (las instituciones) importan
En general, el problema al que nos enfrentamos en los tres casos que se acaban de exponer es el mismo: queremos lograr un resultado eficiente (vender al mejor precio, dar el niño a la madre real y aumentar la productividad de un sector) partiendo de un mundo en el que los agentes tienen estrategias (jugadas, pues) y en el que se juega con la falta de información de los que toman las decisiones. El caso del juicio de Salomón que ya he utilizado en otro artículo previo («Roberto Serrano, el juicio de Salomón y la teoría de la implementación», LA NUEVA ESPAÑA, 21 de junio de 2004, p. 75) puede servirnos para ilustrar este punto. Salomón debe hacer justicia sin contar con parte de la información existente. Así, cada una de las dos supuestas madres sabe si es la madre real, pero Salomón no cuenta con dicha información, que es vital para resolver el caso. Y no cuenta con dicha información porque a la madre falsa no le interesa revelar lo que sabe, ya que se quedaría sin el niño. Salomón tiene, pues, que inventarse un mecanismo, un procedimiento, un método, que le permita hacerse con dicha información y, efectivamente, lo logra: a través de la propuesta de partir al niño logra que se revele quién es la madre verdadera. Efectivamente, ésta se rebela contra dicha solución y renuncia a su hijo, con lo que sin darse cuenta anuncia (revela) quién es la madre real y, al final, no renuncia sino que se queda con el niño.
Para terminar de contextualizar la contribución de Hurwicz, Maskin y Myerson conviene señalar que en el terreno en el que se está planteando el juego (interacción estratégica y falta de información) el mecanismo de mercado y, en general, muchos tipos de mecanismos alternativos no funcionan adecuadamente. Tal como se señala en el resumen científico compilado por el Comité del Premio de la Real Academia Sueca de Ciencias y publicado en la web de la Fundación Nobel, «en una amplia clase de modelos, la clásica eficiencia en términos de Pareto es incompatible con la participación voluntaria, incluso si no hay bienes públicos». Esto es, no basta con el mercado puro y duro (por ejemplo, no basta con emplear el mecanismo de las subastas) sino que se precisa un determinado tipo de mercado (por ejemplo, un determinado tipo de subasta, ya que los distintos tipos de subasta pueden llevarnos a resultados diferentes, con lo que no es lo mismo utilizar uno que otro). En síntesis, hay que matizar: el mecanismo utilizado importa, y como el mecanismo es, como veremos inmediatamente, una institución, el mensaje central de los premiados de este año es que las instituciones importan.
Mecanismos, revelación e implementación
La conclusión que se acaba de señalar la obtienen los tres premiados tras haber recorrido un largo camino, que se inicia con la contribución seminal de Hurwicz (dos trabajos publicados, uno en 1960 y otro en 1972). En primer lugar, Hurwicz define el concepto de «mecanismo»: «un sistema de comunicación» en el que los participantes intercambian mensajes que en su conjunto determinan el resultado. En un «mecanismo» hay, pues, una entrada de información (a veces verdadera, en muchas ocasiones falsa; recuérdese lo que dice la madre falsa) que se procesa a través de determinadas reglas (de ahí que el mecanismo sea una institución) que nos lleva a un resultado. Pues bien, Hurwicz nos dice que en un contexto de estrategias dominantes (hagas lo que hagas tú, yo haré esto) y bajo determinadas condiciones adicionales, en una economía estándar de intercambio no hay mecanismos que nos lleven al óptimo de Pareto, lo que traducido significa que la falta de información (está disponible en forma privada, en las cabezas de los agentes, pero que no se dispone de ella de otra manera) impide el logro de la eficiencia. Este resultado es negativo y es una de las aportaciones típicas de los economistas que, efectivamente, muchas veces son útiles al señalar lo que no es posible (de ahí que abunden en la ciencia económica los teoremas de la imposibilidad). Y lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible porque hay un problema de compatibilidad con los incentivos. Es este un concepto clave y una de las contribuciones fundamentales de Hurwicz, quien señala que un mecanismo es compatible con los incentivos si la estrategia dominante de cada agente es la de revelar correctamente la información privada de la que dispone. Volviendo al juicio de Salomón, el mecanismo de preguntarle directamente a las dos madres si lo son realmente no es compatible con los incentivos, concretamente, dicho mecanismo no es compatible con el incentivo de la madre falsa, que sólo se beneficiará si no revela la verdad.
Llegados a este punto uno puede decir «apaga y vámonos» (si tiene razón Hurwicz y, en el contexto que él plantea, no hay mecanismos que lleven a la eficiencia paretiana, no hay nada que hacer y todo es posible) o darse cuenta de que a los economistas se les paga por encontrar soluciones que sean eficientes en algún sentido (por ejemplo, en el sentido de eficiencia respecto a los incentivos que es distinto del sentido paretiano del concepto de eficiencia). En ese camino Myerson aporta en los ochenta una versión general de una pieza esencial, el denominado «principio de revelación»: cualquier resultado de equilibrio de un mecanismo arbitrario se puede replicar en clave de un mecanismo directo compatible con los incentivos. En clave del juicio de Salomón, ello nos sugiere que podemos diseñar un mecanismo que, siendo compatible con los incentivos, revele la información necesaria para determinar quién es la madre verdadera. Así, Salomón se inventa un mecanismo (el truco de partir el niño) que es compatible con el incentivo que tiene la madre verdadera para salvar al niño y, en definitiva, para revelar la verdad. El otro avance fundamental en esta línea de investigación se debe a Maskin, quien aporta a fines de los setenta las claves para resolver otro de los rompecabezas de esta historia: el denominado «problema de la implementación».
Termino ya con un matiz y la conclusión general. El matiz es que en el desarrollo de la «teoría del diseño de mecanismos», que ha llevado al Nobel de Economía del año 2007 a los tres economistas mencionados, hay una clara presencia de economistas españoles, tal como muestra la bibliografía que acompaña al resumen científico de la Fundación Nobel que ha servido para redactar estas líneas. Así, aparecen los profesores Luis Corchón, Xavier Freixas, Andreu Mas Colell, Rafael Repullo (realmente culminó la demostración matemática del trabajo de Maskin de 1977, que no era correcta) y Roberto Serrano (hay todavía más españoles de altísimo nivel en esta labor). La conclusión general es que el trabajo de los premiados este año es importante porque, por una parte, resalta, con el máximo rigor matemático, la importancia de las instituciones (los mecanismos) y, por otra, sirve para enfrentarse a problemas reales muy relevantes y, en bastantes casos, para resolverlos.
Cándido Pañeda es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo.
Leonid Hurwicz recibe el Nobel a una avanzada edad (90 años) y lo hace con dos más jóvenes leones: Eric S. Maskin (57 años) y Roger B. Myerson (56 años). El Nobel de Economía de este año es, pues, el punto de encuentro de diferentes generaciones y de dos orígenes (el ruso Leonid y los estadounidenses Eric y Roger) y tres destinos (Minnesota, Princeton y Chicago, respectivamente). Todos ellos a la búsqueda y captura de mecanismos institucionales para la resolución de problemas sociales.
Algunos problemas sociales
En los últimos años ha habido una tendencia a la privatización de diversas actividades en diferentes países del mundo. Estos procesos pueden realizarse de diversas formas: por ejemplo, que el gobiernete se las pase a los amigotes o que se subasten. Supongamos que el país del que hablamos es un país civilizado que emplea el segundo método. En ese caso cabe la posibilidad de que el Gobierno se plantee la siguiente pregunta: ¿qué tipo de subasta debe emplear si pretende obtener el mayor precio posible por la venta de dichas empresas públicas? Es una pregunta muy relevante y de gran interés, pues hay mucho que ganar o perder en la jugada.
Otra pregunta relevante es, por ejemplo, la que se podía estar haciendo Salomón cuando se enfrentó al problema del niño que reclamaban dos madres. Sin duda, se preguntó ¿cómo me las arreglo para resolver este problema de forma justa? De nuevo, hay mucho que ganar o perder en esta jugada.
Finalmente, un historiador puede preguntarse cuáles son las razones que laten tras el mayor crecimiento de la productividad de la agricultura en Inglaterra, comparada con Francia, en el período 1600-1800. Una posible respuesta es que el hecho de que la toma de decisiones sobre cosas tales como el drenaje o el cercamiento de los campos abiertos («bienes públicos» en la jerga económica) requiriera unanimidad en Francia y no en Inglaterra, puede haber influido decisivamente en tal diferencial de productividad. Esto es, la jugada puede que le haya salido bien a Inglaterra y menos bien a Francia por una sencilla cuestión de método, de procedimiento, de mecanismos.
Los mecanismos (las instituciones) importan
En general, el problema al que nos enfrentamos en los tres casos que se acaban de exponer es el mismo: queremos lograr un resultado eficiente (vender al mejor precio, dar el niño a la madre real y aumentar la productividad de un sector) partiendo de un mundo en el que los agentes tienen estrategias (jugadas, pues) y en el que se juega con la falta de información de los que toman las decisiones. El caso del juicio de Salomón que ya he utilizado en otro artículo previo («Roberto Serrano, el juicio de Salomón y la teoría de la implementación», LA NUEVA ESPAÑA, 21 de junio de 2004, p. 75) puede servirnos para ilustrar este punto. Salomón debe hacer justicia sin contar con parte de la información existente. Así, cada una de las dos supuestas madres sabe si es la madre real, pero Salomón no cuenta con dicha información, que es vital para resolver el caso. Y no cuenta con dicha información porque a la madre falsa no le interesa revelar lo que sabe, ya que se quedaría sin el niño. Salomón tiene, pues, que inventarse un mecanismo, un procedimiento, un método, que le permita hacerse con dicha información y, efectivamente, lo logra: a través de la propuesta de partir al niño logra que se revele quién es la madre verdadera. Efectivamente, ésta se rebela contra dicha solución y renuncia a su hijo, con lo que sin darse cuenta anuncia (revela) quién es la madre real y, al final, no renuncia sino que se queda con el niño.
Para terminar de contextualizar la contribución de Hurwicz, Maskin y Myerson conviene señalar que en el terreno en el que se está planteando el juego (interacción estratégica y falta de información) el mecanismo de mercado y, en general, muchos tipos de mecanismos alternativos no funcionan adecuadamente. Tal como se señala en el resumen científico compilado por el Comité del Premio de la Real Academia Sueca de Ciencias y publicado en la web de la Fundación Nobel, «en una amplia clase de modelos, la clásica eficiencia en términos de Pareto es incompatible con la participación voluntaria, incluso si no hay bienes públicos». Esto es, no basta con el mercado puro y duro (por ejemplo, no basta con emplear el mecanismo de las subastas) sino que se precisa un determinado tipo de mercado (por ejemplo, un determinado tipo de subasta, ya que los distintos tipos de subasta pueden llevarnos a resultados diferentes, con lo que no es lo mismo utilizar uno que otro). En síntesis, hay que matizar: el mecanismo utilizado importa, y como el mecanismo es, como veremos inmediatamente, una institución, el mensaje central de los premiados de este año es que las instituciones importan.
Mecanismos, revelación e implementación
La conclusión que se acaba de señalar la obtienen los tres premiados tras haber recorrido un largo camino, que se inicia con la contribución seminal de Hurwicz (dos trabajos publicados, uno en 1960 y otro en 1972). En primer lugar, Hurwicz define el concepto de «mecanismo»: «un sistema de comunicación» en el que los participantes intercambian mensajes que en su conjunto determinan el resultado. En un «mecanismo» hay, pues, una entrada de información (a veces verdadera, en muchas ocasiones falsa; recuérdese lo que dice la madre falsa) que se procesa a través de determinadas reglas (de ahí que el mecanismo sea una institución) que nos lleva a un resultado. Pues bien, Hurwicz nos dice que en un contexto de estrategias dominantes (hagas lo que hagas tú, yo haré esto) y bajo determinadas condiciones adicionales, en una economía estándar de intercambio no hay mecanismos que nos lleven al óptimo de Pareto, lo que traducido significa que la falta de información (está disponible en forma privada, en las cabezas de los agentes, pero que no se dispone de ella de otra manera) impide el logro de la eficiencia. Este resultado es negativo y es una de las aportaciones típicas de los economistas que, efectivamente, muchas veces son útiles al señalar lo que no es posible (de ahí que abunden en la ciencia económica los teoremas de la imposibilidad). Y lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible porque hay un problema de compatibilidad con los incentivos. Es este un concepto clave y una de las contribuciones fundamentales de Hurwicz, quien señala que un mecanismo es compatible con los incentivos si la estrategia dominante de cada agente es la de revelar correctamente la información privada de la que dispone. Volviendo al juicio de Salomón, el mecanismo de preguntarle directamente a las dos madres si lo son realmente no es compatible con los incentivos, concretamente, dicho mecanismo no es compatible con el incentivo de la madre falsa, que sólo se beneficiará si no revela la verdad.
Llegados a este punto uno puede decir «apaga y vámonos» (si tiene razón Hurwicz y, en el contexto que él plantea, no hay mecanismos que lleven a la eficiencia paretiana, no hay nada que hacer y todo es posible) o darse cuenta de que a los economistas se les paga por encontrar soluciones que sean eficientes en algún sentido (por ejemplo, en el sentido de eficiencia respecto a los incentivos que es distinto del sentido paretiano del concepto de eficiencia). En ese camino Myerson aporta en los ochenta una versión general de una pieza esencial, el denominado «principio de revelación»: cualquier resultado de equilibrio de un mecanismo arbitrario se puede replicar en clave de un mecanismo directo compatible con los incentivos. En clave del juicio de Salomón, ello nos sugiere que podemos diseñar un mecanismo que, siendo compatible con los incentivos, revele la información necesaria para determinar quién es la madre verdadera. Así, Salomón se inventa un mecanismo (el truco de partir el niño) que es compatible con el incentivo que tiene la madre verdadera para salvar al niño y, en definitiva, para revelar la verdad. El otro avance fundamental en esta línea de investigación se debe a Maskin, quien aporta a fines de los setenta las claves para resolver otro de los rompecabezas de esta historia: el denominado «problema de la implementación».
Termino ya con un matiz y la conclusión general. El matiz es que en el desarrollo de la «teoría del diseño de mecanismos», que ha llevado al Nobel de Economía del año 2007 a los tres economistas mencionados, hay una clara presencia de economistas españoles, tal como muestra la bibliografía que acompaña al resumen científico de la Fundación Nobel que ha servido para redactar estas líneas. Así, aparecen los profesores Luis Corchón, Xavier Freixas, Andreu Mas Colell, Rafael Repullo (realmente culminó la demostración matemática del trabajo de Maskin de 1977, que no era correcta) y Roberto Serrano (hay todavía más españoles de altísimo nivel en esta labor). La conclusión general es que el trabajo de los premiados este año es importante porque, por una parte, resalta, con el máximo rigor matemático, la importancia de las instituciones (los mecanismos) y, por otra, sirve para enfrentarse a problemas reales muy relevantes y, en bastantes casos, para resolverlos.
Cándido Pañeda es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo.
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