Supongamos un escenario donde se resuelve el marasmo financiero internacional, el plan de choque de Obama funciona y se recupera Alemania. ¿Qué pasaría en España? Tendríamos varios millones de trabajadores de la construcción desempleados y con escasas posibilidades de hacer un trabajo alternativo. Sin embargo, esta es la visión estática y pesimista del problema. Hay una visión un poco más optimista que se basa en un análisis dinámico y marginal. Es decir, cada una de esas personas desempleadas es completamente diferente a la otra. Todas pensarán cuál es su alternativa más cercana, alguno caerá en la desesperanza pero otros descubrirán una cualidad que tienen por la que otras personas están dispuestas a pagar y la desarrollarán.
Un ejemplo, llevo tres meses esperando a que alguien venga a arreglar una persiana de manivela en mi casa, llevo años intentado que alguien ajuste el cierre de las puertas acristaladas del balcón para reducir ruido y entrada de frío. No es la primera vez que harto de tonterías termino dedicando uno o varios días a solucionar yo mismo un problema que un profesional podría solucionar en media hora. ¿No podría algún desempleado de la construcción echarme una mano? ¿No podría el amigo que instaló las puertas decidirse a arreglármelas ya que ahora no se pasa el día saltando de obra en obra poniendo puertas nuevas? Sé que éste y otros ejemplos provocarán críticas y hasta hilaridad pero así es como funciona realmente la economía cuando no hay una burbuja en marcha. Es decir, con pequeños cambios en el comportamiento de los individuos que agregadamente dan lugar a grandes transformaciones.
El gran problema de este proceso lento, doloroso pero al final efectivo que he descrito son las ocurrencias gubernamentales. Es decir, la de aquellos que confunden la necesidad o conveniencia de intervención gubernamental con la bondad intrínseca de cualquier intervención. Más temprano que tarde, alguna lumbrera va a proponer y supongo que logrará hacer planes de construcción de vivienda pagados por el gobierno. La idea que el gobierno gaste el dinero de los contribuyentes para poner a trabajar a la gente en lo que sea para que la economía siga funcionando puede tener tres niveles:
Nivel 1. Se les puede poner a producir un servicio que sea útil (Ley de dependencia) o mejor aún a construir un bien de capital público que pueda mejorar la productividad.
Nivel 2. Se les puede poner a producir un servicio no muy útil pero que no afecte a los precios relativos de los bienes. A mi me resulta difícil pensar en este tipo de servicios. De hecho, yo creo que para que no afectasen a otras actividades económicas se les debería, simplemente, dar un subsidio de desempleo.
Nivel 3. Se les puede poner a producir un bien dudosamente útil y que afecte de forma ineficiente a los precios relativos de los bienes.
La idea de fomentar la construcción se encontraría en el nivel 3. Como siempre, en el máximo nivel de estulticia. Tenemos muchos promotores con viviendas sin vender, muchos particulares con perdidas importantes en su patrimonio y el gobierno va y produce más de un bien que sobra a los precios actuales. En consecuencia, habrá más dificultades de venta y más problemas para los propietarios. Al tener Gobierno, Comunidades Autónomas, Diputaciones, Municipios y todo tipo de organismo no hay duda de que algún plan como el que describo se pondrá en marcha tarde o temprano.
La otra industria importante es el turismo. Si el cambio climático no lo impide, tenemos sol, variedad paisajística, piedras e instalaciones turísticas para entretener a una buena parte del mundo. Les podemos entretener desde unos pocos días al resto de su vida si están por encima de la séptima u octava década de su vida. Por otra parte, resulta que la explosión de la burbuja especulativa nos dejará con muchos edificios vacíos dispuestos a ser ocupados por visitantes. En definitiva, tendría gracia que nadie pensase en las posibilidades y necesidades de este sector por avergonzarnos de ser los camareros del mundo. Alternativamente, por tratar de reconvertir la economía hacia la investigación y el desarrollo.
Yo creo que ponerse a hablar de investigación a estas alturas es simplemente un sarcasmo. Un plan serio a treinta años vista tendría resultados inciertos. Un conjunto de ocurrencias internamente inconsistentes y que cambian estando el mismo partido en el gobierno y se derogan cuando entra el otro tendrá resultados mucho más seguros: el fracaso más estrepitoso. Por ejemplo, circula por ahí algún tipo de Decreto que dice que los méritos profesionales de un profesor universitario dependerán de la docencia, de la investigación y de la gestión. Por tanto, un profesor de cirugía de treinta y cinco años puede dedicar veinte años a la política universitaria y al final de ese periodo pedir que se le dé la máxima categoría académica en la formación de futuros cirujanos. Es sólo un ejemplo de la perversidad del sistema de ciencia y tecnología del que disponemos pero podría cerrar el blog y abrir uno dedicado únicamente a este tipo de ocurrencias y chascarrillos.
En resumen, hablemos en serio de turismo …