lunes, octubre 16, 2006

Phelps: gente pensante y expectante en la macroeconomía

CÁNDIDO PAÑEDA. Publicado en La Nueva España el 15 de Octubre de 2006

Lo primero que se debe señalar respecto a Edmund Phelps, el Nobel de Economía de este año, es que es un todo integrado en el que se encuentran los mil senderos que siempre se bifurcan. Así lo ha considerado, de hecho, la Fundación Nobel al darle el premio a él sólo. Por ello, no seríamos justos con Phelps si separáramos su obra de su vida, y de ahí que hablemos de ambas a continuación.

Vida: un hombre viajado y «vivido». Edmund S. Phelps nace en Chicago en 1933, en el peor momento de la Gran Depresión, y estudia Economía en Amherst, de donde salió con una «vaga sensación de que la microeconomía que se enseñaba en un conjunto de asignaturas no se comunicaba con la macroeconomía de las otras». Continuó sus estudios (posgrado) en la Universidad de Yale, en los que se encontró con dos economistas de primera y futuros premios Nobel: Tobin y Schelling. Se encontró, además, con economistas de Europa central (Fellner y Wallich), que, intuía, podían abrirle las puertas a un paradigma macroeconómico alternativo al entonces reinante.

Mitteleuropa se convirtió en una fascinación y por ella viajó mentalmente y, por otra parte, Fellner y Wallich tenían, efectivamente, otra forma de ver la macroeconomía: «siendo la subjetividad centroeuropea una segunda naturaleza para ellos, insistían en las expectativas de los agentes respecto a la inflación y, en general, respecto a los precios y los salarios».

Termina sus estudios de posgrado en Yale y retorna pronto a dicha Universidad y publica su famoso artículo sobre la «regla de oro» (1961). Aunque avanzaba rápidamente en su carrera, era consciente de su situación: «Éen pocos años me convertí en un economista reconocido internacionalmenteÉ (pero), si quería hacer algo de una profundidad y distinción inusual tenía que pensar mucho más duro de lo que lo estaba haciendo, para elevar el nivel de mi juego».

Eso es lo que hará en la Universidad de Pensilvania, a la que se incorpora en 1966. En ella realiza los trabajos sobre la inflación y el desempleo (los dos primeros se publicaron en 1967 y 1968, a los 34-35 años), que, junto con el ya citado de la «regla de oro», le llevarán al Nobel casi cuarenta años más tarde. En el otoño de 1971 (48 años) y tras el final de su primer matrimonio, se incorpora la Universidad de Columbia (Nueva York). Conoce entonces a Viviana Montdor, «quien había venido de Buenos Aires (vía París)», con la que se casó en 1974 y ha vivido desde entonces. En Columbia cuenta con dos discípulos de primera: John Taylor y Guillermo Calvo (uno de los economistas hispanos, es argentino, que goza de mayor reconocimiento internacional), con los que trabajará durante la década siguiente con gran armonía y éxito. Los primeros ochenta son años de síntesis y de más viajes: en ellos Phelps publica un manual («Economía Política. Un texto introductorio») y se mueve por Europa. En síntesis, Phelps es un economista viajado y «vivido», esto es, ha viajado, mental y físicamente, por el mundo y ha vivido con muy buena gente y, aunque no entraremos en esta etapa más reciente, en sus 60 y 70 sigue fiel a su filosofía de vivir y viajar.
Obra: un macroeconomista microeconomista. A Phelps le han dado el Nobel «por su análisis de los intercambios intertemporales en la política macroeconómica». Esto es, estudia la política macroeconómica en clave de las interdependencias del hoy con el mañana. Para ver su valor añadido conviene situarse en el año 1936, en el que Keynes publica su «Teoría general», que es la base de la política macroeconómica posterior a la II Guerra Mundial. Así, del diagnóstico de Keynes se derivaba una receta muy clara que era que se podía combatir el desempleo no voluntario aumentando la demanda agregada (vía, por ejemplo, un incremento del gasto en obras públicas), sin mayores costes en términos de inflación. El siguiente paso se da en 1958, cuando un minero de Nueva Zelanda devenido en ingeniero y economista y llamado Alban William publica en la revista de la London School of Economics («Economica») un artículo sobre la relación entre el desempleo y la tasa de variación de los salarios. En él se mostraba que al reducirse el nivel de desempleo aumentaban los salarios. Dado que los salarios influyen en los precios, ello era lo mismo que decir que había un intercambio entre inflación y desempleo (se podía cambiar una mayor inflación por un menor desempleo).

La primera es mala, pero podría ser bienvenida si sirviera para reducir otro mal mayor, que era el desempleo, y de ahí que la curva de Phillips (así se apellidaba Alban) modificara un poco el planteamiento inicial de Keynes (se podía seguir reduciendo el desempleo aumentando la demanda agregada, pero ahora con un coste en términos de inflación). La curva de Phillips era simplemente una regresión y no se basaba en ninguna teoría económica, pero era útil: se podía elegir la combinación de paro e inflación deseada en cada momento de tiempo y el futuro no influía en dicha elección. Es aquí donde aparece Phelps con un artículo publicado en esa misma revista en 1967. Lo que plantea Phelps es una curva de Phillips con un nuevo componente: las expectativas respecto a los precios. Esto es, antes se relacionaba la inflación de un determinado momento con el desempleo de dicho momento y ahora se la relaciona, además, con las expectativas respecto a la inflación. Ya tenemos pues un planteamiento intertemporal: la inflación de hoy depende del desempleo de hoy y (valor añadido de Phelps) de las expectativas que tenemos sobre la inflación que habrá mañana. Con ello, Phelps introduce las expectativas (aquella idea que había tomado de sus profesores Fellner y Wallich, que procedían de la fascinante Mitteleuropa). Esta aportación de Phelps es fundamental y ha tenido grandes consecuencias en términos prácticos, ya que ahora los bancos centrales tienen en cuenta esas expectativas respecto a la inflación a la hora de formular la política monetaria, pues saben que lo que pensamos sobre el mañana influye en el hoy.
Con todo, Phelps no estaba muy satisfecho con este resultado, pues no tenía bases microeconómicas. Dicho de otra manera, en esta macroeconomía había inflación y desempleo, pero faltaba la gente: «faltaba algo fundamental; no nos situaba en la mente de las empresas, de sus directivos. El hombre es un ser pensante, expectante. Lo que se precisaba era un modelo de una secuencia: las expectativas de la empresa, sus acciones posteriores y las de los demás, el descubrimiento de las acciones de los demás, la formación de nuevas expectativas, etcétera». El modelo de la secuencia aparece en su artículo de 1968 en el «Journal of Political Economy». De los economistas dedicados al estudio de la economía laboral Phelps había obtenido la idea de que las empresas se sienten incómodas cuando el desempleo es bajo, pues ven que pueden quedarse sin algunos de sus trabajadores. En una situación como ésta, una empresa intentará retenerlos pagándoles un salario superior al de equilibrio en el sentido tradicional de este término (esto es, un salario superior al que iguala la oferta y la demanda de trabajo). Ahora viene la reacción de las demás empresas, que, por la misma razón, hacen lo mismo: todas las empresas pagan un salario mayor que el de equilibrio y, encima, están también en desequilibrio en lo que se refiere a la falta de igualdad de sus expectativas con la realidad (Phelps considera que existe equilibrio cuando lo esperado coincide con lo realizado, pues, en ese caso, la realidad coincide con el deseo y la gente deja de moverse). El equilibrio respecto a las expectativas se logra con una posterior reducción de los salarios que, en todo caso, se mantienen por encima del salario al que se eliminaría el paro no voluntario y, en definitiva, al que habría equilibrio entre la oferta y la demanda de trabajo. Con este análisis Phelps abre toda una nueva línea de investigación, en la que, por una parte, se explica la macroeconomía en clave microeconómica y, por otra, las expectativas y los problemas de falta de información (cada empresa quiere retener a sus trabajadores pagándoles un salario un poco mayor que el promedio, pero no sabe que todas están haciendo algo similar, con lo que el salario medio está cambiando) se convierten en aspectos clave.
La importancia, en términos prácticos, de este análisis de Phelps es fundamental: si uno intenta aumentar la demanda agregada (más obra pública, por ejemplo) para disminuir el paro se encuentra con que, a largo plazo y debido al mecanismo de fijación de salarios antes descrito, no hay un intercambio entre inflación y desempleo (la curva de Phillips original), sino que aumentará la inflación sin que se reduzca el desempleo. Esto es, con la curva de Phillips incurríamos en un mal (más inflación) para lograr un bien (más empleo o menos desempleo) y con la curva de Phillips ampliada (por Phelps y, desde otra perspectiva, por Milton Friedman) incurrimos en un mal (más inflación) creyendo que obtendremos a cambio un bien (menos desempleo) y resulta que terminamos sin el bien (la reducción del desempleo) y con el mal (la inflación). Dicho de otra manera, a largo plazo no es posible combatir el paro aumentando la demanda agregada. En síntesis, la política macroeconómica cambia radicalmente tras la obra de Phelps.


Cándido Pañeda es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo

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