La semana pasada estuvo en nuestra ciudad Manuel Elkin Patarroyo. Puesto que no sale en los programas de televisión de mayor audiencia tendré que hablar un poco de él. Se trata de un científico colombiano que en 1994 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. La página web de la Fundación Príncipe de Asturias dice:
“Nacido en noviembre de 1946 en Ataco (Tolima, Colombia), Manuel Elkin Patarroyo Murillo es el autor de la primera vacuna sintética creada en el mundo para la prevención de la malaria y reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo al que cedió la patente”
La vacuna ha tenido sólo un éxito parcial pero se sigue investigando sobre el tema. Entiendo que se trata de una enfermedad compleja y aunque los medios de comunicación sólo dedican espacio a los éxitos científicos, el camino del éxito está pavimentado con fracasos. Creo también que nadie se hace famoso con una vacuna contra la malaria independientemente del grado de efectividad que ésta tenga. La notoriedad de Patarroyo viene del hecho de que en su día donó la vacuna a la OMS en vez de venderla a un laboratorio. Una frase de una página web elegida casi al azar resume perfectamente el sentir popular sobre este científico:
“Otro hecho que honra a Manuel Patarroyo es su negativa a ceder o vender la patente de su vacuna a las multinacionales farmacéuticas, pues es consciente de que esto elevaría considerablemente el precio del producto final y perjudicaría especialmente a los más desfavorecidos, aquellos a quienes va dirigida. Consecuentemente, donó su descubrimiento a la Organización Mundial de la Salud.”
El caso es que es difícil cometer más errores económicos en menos de cinco líneas. Imaginaos que estáis completamente solos en el medio del desierto y tenéis una botella de agua. De repente, veis a Bill Gates que se acerca con aspecto de llevar varios días perdido y de tener mucha sed. A la hora de venderle la botella de agua no debería importar si os la ha regalado Patarroyo o la habéis comprado en la cafetería de los almacenes Harrods de Londres. Lo que importa es que Bill Gates está forrado y seguro que está dispuesto a pujar fuerte por esa botella. Si el explorador perdido es una persona con menos medios seguro que se la venderíais por bastante menos. De hecho, puede que el explorador sea una persona sin medios económicos y que regalarle la botella sea lo más razonable.
“Nacido en noviembre de 1946 en Ataco (Tolima, Colombia), Manuel Elkin Patarroyo Murillo es el autor de la primera vacuna sintética creada en el mundo para la prevención de la malaria y reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo al que cedió la patente”
La vacuna ha tenido sólo un éxito parcial pero se sigue investigando sobre el tema. Entiendo que se trata de una enfermedad compleja y aunque los medios de comunicación sólo dedican espacio a los éxitos científicos, el camino del éxito está pavimentado con fracasos. Creo también que nadie se hace famoso con una vacuna contra la malaria independientemente del grado de efectividad que ésta tenga. La notoriedad de Patarroyo viene del hecho de que en su día donó la vacuna a la OMS en vez de venderla a un laboratorio. Una frase de una página web elegida casi al azar resume perfectamente el sentir popular sobre este científico:
“Otro hecho que honra a Manuel Patarroyo es su negativa a ceder o vender la patente de su vacuna a las multinacionales farmacéuticas, pues es consciente de que esto elevaría considerablemente el precio del producto final y perjudicaría especialmente a los más desfavorecidos, aquellos a quienes va dirigida. Consecuentemente, donó su descubrimiento a la Organización Mundial de la Salud.”
El caso es que es difícil cometer más errores económicos en menos de cinco líneas. Imaginaos que estáis completamente solos en el medio del desierto y tenéis una botella de agua. De repente, veis a Bill Gates que se acerca con aspecto de llevar varios días perdido y de tener mucha sed. A la hora de venderle la botella de agua no debería importar si os la ha regalado Patarroyo o la habéis comprado en la cafetería de los almacenes Harrods de Londres. Lo que importa es que Bill Gates está forrado y seguro que está dispuesto a pujar fuerte por esa botella. Si el explorador perdido es una persona con menos medios seguro que se la venderíais por bastante menos. De hecho, puede que el explorador sea una persona sin medios económicos y que regalarle la botella sea lo más razonable.
Espero que os deis cuenta de que el juego cambiaría sustancialmente si estuvieseis en un pueblo del desierto en que hubiese varios establecimientos hosteleros que vendiesen agua. En ese caso, el coste de la botella empezaría a tener importancia a la hora de fijar al precio ya que los vendedores competirían en precios a la baja con el límite inferior marcado por el coste. El mercado de los medicamentos se parece bastante al primer caso. Alguien tiene en exclusiva algo que necesitas y la voluntad de pago de los consumidores importa más que el coste de desarrollo para fijar el precio.
Una manera de contar la historia menos complaciente con Patarroyo es que los consumidores potenciales de la vacuna carecen de medios económicos. Por tanto, la voluntad de pago de los laboratorios por la citada vacuna es probablemente muy baja o nula. Ante esta circunstancia, puedes regalársela a la OMS o cualquier otra organización sin solucionar el problema.
El segundo error económico es pensar que la OMS va a lograr la producción y distribución mundial efectiva del producto. ¿Lo va a fabricar en sus oficinas en Ginebra? ¿Qué red logística usará para su distribución?
Una cuestión que siempre se obvia es la infraestructura sanitaria de los países que necesitan la vacuna. Un grupo de bienintencionados ciudadanos podemos fletar un avión cargado de vacunas e intentar que lleguen a algún lugar remoto de Africa. El transporte y la corrupción van a ser el primer escollo, la ausencia de cultura sanitaria sobre el terreno el segundo y la ausencia de personal e instalaciones médicas el tercero. Algunos de estos problemas son discutidos brillantemente por Xavier Sala i Martín en su libro divulgativo al que os remito para un análisis más profundo.
La notoriedad científica de Patarroyo está basada en su arduo trabajo. La notoriedad social está basada en algunos mandamientos del catecismo laico actual:
1. Las multinacionales son malas y hacen daño a los pobres con independencia de su comportamiento.
2. Los organismos internacionales son buenos aunque no sepamos de dónde sacan el dinero, qué hacen con él y cuál es su grado real de efectividad.
3. Sólo importan tus intenciones no el resultado de tus acciones.
Una manera de contar la historia menos complaciente con Patarroyo es que los consumidores potenciales de la vacuna carecen de medios económicos. Por tanto, la voluntad de pago de los laboratorios por la citada vacuna es probablemente muy baja o nula. Ante esta circunstancia, puedes regalársela a la OMS o cualquier otra organización sin solucionar el problema.
El segundo error económico es pensar que la OMS va a lograr la producción y distribución mundial efectiva del producto. ¿Lo va a fabricar en sus oficinas en Ginebra? ¿Qué red logística usará para su distribución?
Una cuestión que siempre se obvia es la infraestructura sanitaria de los países que necesitan la vacuna. Un grupo de bienintencionados ciudadanos podemos fletar un avión cargado de vacunas e intentar que lleguen a algún lugar remoto de Africa. El transporte y la corrupción van a ser el primer escollo, la ausencia de cultura sanitaria sobre el terreno el segundo y la ausencia de personal e instalaciones médicas el tercero. Algunos de estos problemas son discutidos brillantemente por Xavier Sala i Martín en su libro divulgativo al que os remito para un análisis más profundo.
La notoriedad científica de Patarroyo está basada en su arduo trabajo. La notoriedad social está basada en algunos mandamientos del catecismo laico actual:
1. Las multinacionales son malas y hacen daño a los pobres con independencia de su comportamiento.
2. Los organismos internacionales son buenos aunque no sepamos de dónde sacan el dinero, qué hacen con él y cuál es su grado real de efectividad.
3. Sólo importan tus intenciones no el resultado de tus acciones.
Estos mandamientos se resumen en uno, paga tus impuestos y calla.
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