Hay dos cosas que, sorprendentemente, me ayudan en mi formación continua como economista.
- Leer periódicos de información general.
- Leer los comentarios de los lectores de diarios económicos a las noticias.
Alguna vez he pensado en escribir un libro titulado “ignorancia económica de las personas ilustradas” basada en las barbaridades que se leen en los foros. En resumen, el problema es que la gente ilustrada no es capaz de comprender una de las primera y más básica lecciones de economía: precio y cantidad son difícilmente separables tanto para el que compra como para el que vende.
Naturalmente, si yo hago esta observación me caen palos por todos los lados. Si yo insisto en hablar de este tema, la gente me empieza a hablar de Marx, de Keynes, de mi ignorancia de historia, política, etc.
Hoy han despertado mi atención los amigos de Javi de LNE en Avilés. Pongo un trozo de la perla.
La Cámara «se vende o se alquila»
Los bajos vacíos proliferan en la principal arteria comercial de la ciudad por las desorbitadas rentas que piden los propietarios, según fuentes del sector
Amaya P. GIJÓN
Bajos comerciales vacíos, en venta o alquiler, proliferan en la calle
Este tema ha sido tratado previamente en este blog. Algunos detalles adicionales:
1.Distintas características de la calles implican distinta demanda y, por tanto, distinto precio. La oferta también afecta pero la ignoro de momento.
2. Precio alto y demanda cayendo (crisis) implican locales vacíos.
3. La información asimétrica explica la permanencia del precio alto. De momento, el propietario no sabe si la crisis ha afectado a todo el mundo o sólo a su inquilino.
En el tema de la demanda así comienza mi clase sobre monopolio.
Hace veinte años yo era un recién licenciado tratando de continuar mi formación en Economía en un Centro de Investigación Agraria. Por allí, aparecieron un grupo de productores de Fabes (alubias que se usan para el plato típico asturiano). Eran suficientemente sofisticados y educados para acudir a hablar de sus problemas a un centro de transferencia de tecnología y sus conocimientos agronómicos me sorprendieron.
El problema de aquel día era que tenían dificultad para vender su producto a 15 euros el kilo.
Estos productores se habían encontrado con la maldición de la curva de demanda. Es decir, que encontraban poca gente dispuesta a pagar la cifra: básicamente restaurantes de lujo y familias celebrando las bodas de oro de los abuelos. Si querían conseguir que, por ejemplo, una familia media asturiana cocinase ese plato una vez a la semana o una vez al mes el precio tendría que ser distinto y, en consecuencia, la cantidad también lo sería.
Este resultado es tan universal cuando hagas intercambios como la ley de la gravedad cuando intentes levantarte lo más mínimo del suelo. Esto no quiere decir que los aviones no vuelen, quiere decir que los que vuelan tiene en cuenta el detalle.
Cuando Telefónica era la Compañía Telefónica Nacional de España, un monopolio de libro, nos cobraba asombrosas cantidades por las llamadas locales e incluso por el alquiler de los equipos. La respuesta de la población era usar el teléfono sólo para emergencias. A pesar de ser un monopolio, ellos podían elegir el precio pero no nuestra respuesta al precio. Estaban tan sometidos a la ley de la oferta y la demanda como cualquier otra persona que quiera intercambiar un bien o un servicios.
3 comentarios:
Son tas obvias, pero no por ello dejan de ser poderosaas, tus palabras que poco que añadir. Razonaba el otro día con un propietario de varios pisos que quería vender que él los dejaba cerrados antes de bajar un euro...La gente no llega a comprender esa sencilla regla. gracias por tus aportaciones Carlos
En economía experimental se habla de ese fenómeno. Al parecer los individuos valoran más una taza de la que sean dueños que una idéntica que sea de otra persona.
Esta tendencia se traduciría en la negativa a aceptar bajadas de precios de los pisos, de los alquileres y de los sueldos. Yo creo que Krugman era consciente de este problema cuando decía que siempre era bueno tener un poco de inflación para poder bajar algunos precios sin que se notase.
Creo que está relacionado con comportamientos instintivos que eran básicos para la supervivencia hace miles de años. Hay muchos comportamiento instintivos que hemos dejado para vivir mejor. Ahora tenemos que dejar éste.
Carlos, creo que el problema de la venta con pérdidas va más allá del "endowment effect" (efecto por el cual valoro más algo desde que es mío).
Lo leí en algún sitio y estoy completamente de acuerdo. Es un problema que tiene que ver con el ego y la autoestima: la propensión humana a no realizar pérdidas nominales. Con "realizar" me refiero a hacer efectivas; la gente suele aferrarse al precio nominal al que compró (pasen los años que pasen), porque vender a un precio nominal inferior implica reconocer que se equivocaron y... ¡ay, nuestro ego no está preparado para esos sustos!
Esto tiene su manifestación hasta en una de las más absurdas paradojas de la gestión bursátil: las compañías de análisis publican sobre cada valor unas recomendaciones posteriores al análisis: Comprar (esto lo entiendo), Vender (también) y... Mantener.
¿Mantener? ¿Mantener qué? Si tienes acciones, mantenlas. Pero, si no las tengo... ¿qué mantengo? ¿compro o vendo? Le veo a esta extraña recomendación dos explicaciones: o el reconocimiento implícito de que su margen de error es tan grande que se quieren lavar las manos (mantener = intervalor de confianza) o, quizás la más sutil y relacionada con el tema que nos ocupa: el mantener como un "vender" encubierto para gente con la autoestima financiera en la cuerda floja. Si no tienes acciones de una compañía tu autoestima no va a sufrir pase lo que pase con su precio. En cambio, si tienes acciones con pérdidas nominales, si algún analista recomienda "mantener" frente a la mayoría que recomiendan "vender", siempre podrás agarrarte a lo que tu psique mejor pueda soportar.
Otras dos cuestiones, que serán tratadas en otra ocasión, son:
- La fiabilidad de los "analistas" de bolsa.
- La "posición neta" que todos tenemos en bolsa. Por no tener acciones de una compañía en concreto no tienes, cualitativamente, una posición diferente a la de un accionista importante o alguien con una posición bajista fuerte. Uno está en +1.000, otro en -100 y tú en 0, que es una cantidad con tantas obligaciones y derechos como el 1.000 o el 100. La diferencia es sólo cuantitativa, pues nuestra posición también implica costes de oportunidad... ¿Por qué esto no daña nuestro ego? Yo, si el IBEX se triplicase en dos años mientras tengo mis ahorros en renta fija me sentiría un poco gilipollas...
¡Menuda empanadilla de ideas que he soltado!
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