lunes, junio 19, 2006

Como en León no se vive en ninguna parte

Este es un comentario frecuente que me deja estupefacto. Cuando lo oigo pienso en las circunstancias que pueden llevar a una persona a hacer esta afirmación:
1. Nunca ha salido de León. No obstante, no es una buena hipótesis pues no podría comparar.
2. Escoge muy mal los lugares que visita.
3. En sus preferencias atribuye un peso muy alto a alguna cosa que sólo se encuentra en León y un peso muy bajo a las cosas que se pueden encontrar en mayor cantidad o calidad en multitud de lugares.
4. Pertenece a la clase política o es profesor universitario y, por tanto, no permite que ninguna evidencia le cambie una opinión bien arraigada.

En mi segundo día en Madison, capital del estado de Wisconsin, decidí ir paseando desde la casa de mi amigo Jack Belknap hasta mi oficina en el Campus. La casa se encontraba en la manzana 13 al este del capitolio y mi oficina en la manzana 10 al oeste de este edificio. Es un paseo de tres cuartos de hora a paso rápido. Una característica interesante es que se trata de un barrio de clase media baja o directamente de clase baja. Por ejemplo, los profesores universitarios viven a partir de la manzana 20 al oeste del capitolio. El paseo es revelador: el silencio, los jardines, el garaje con un coche relativamente barato, la gente volviendo a casa sobre las cinco de la tarde, el trato familiar entre los vecinos, el orden, etc. Esta experiencia es común en todo Estados Unidos, el Reino Unidos y algunos países europeos.
Un paseo similar por León es como una bajada a los infiernos. La semana pasada caminé desde la catedral hasta el polígono X. La oscuridad y diseño caótico de las calles es sólo la primera impresión y un tema de difícil arreglo. Sin embargo, el ruido y la suciedad si podrían atajarse y en alguna ciudad española ya lo han hecho. Los coches están amontonados en cualquier lugar no respetando aceras, esquinas o pasos de peatones. Cuando nació mi hijo y trataba de llevarlo en la silla empecé a simpatizar con las personas con dificultades de movilidad. Por ejemplo, este tema de los coches había sido superado en Oviedo cuando yo obtuve mi permiso de conducir hace más de dos décadas. En los bajos comerciales hay talleres que hacen un ruido infernal, despiden humo y tiran los residuos en la propia calle. Algunos arreglan coches en la acera donde las manchas de todo tipo de líquidos lo atestiguan. Las casas unifamiliares adosadas del barrio de El Ejido son lo más parecido a un barrio europeo o norteamericano que tenemos dentro de la ciudad. Por unos segundos tengo esa impresión hasta que el ruido de una radial y un descerebrado que lava el coche en la calle con la música a toda pastilla me indican que sólo es apariencia. La esencia de la civilización no ha llegado hasta aquí. En el paseo encuentro varios bares que, desde la calle, huelen a humo y a fritanga con aceite de tranvía en los que sólo están el dueño y un cliente. Si a esto añadimos la indolencia y la desidia de los vecinos ante esta situación y la ausencia de cauces de participación ciudadana tenemos un lugar realmente poco atractivo. ¿Qué características valoran los que hacen la afirmación que da título a esta entrada del blog?

1 comentario:

Carlos Arias dijo...

Estoy de acuerdo con el argumento de la localización. Cuando subo en bicicleta desde La Candamia a Las Lomas y miro al valle del Torio me digo: ¡No eran tontos estos Romanos!. Cuando después de un día de mucho calor empieza a soplar el aire de la montaña y hace casi frío agradezco vivir aquí y no en otro sitio. No obstante, ese argumento no puede ser una coartada para la ausencia de crítica, para la indolencia o la desidia. Todo eso es lo que oculta la frase que me enerva y daba título a la entrada. Otro día escribiré sobre otro concepto diabólico: “Fijar población”.
Desde hace más de una década veo como vivimos pendientes de que una gran empresa se instale en León y nos salve de nosotros mismos: Biomédica, Escuela de Pilotos, Inteco. Sin embargo, más sencillo que agradar a una gran empresa es agradar a las personas que viven aquí. Que ellas se queden y otras vengan puede ser una fuente de riqueza que nadie se para a analizar.
Leyendo el New York Times en Internet descubrí un nuevo profesional en Estados Unidos cuya actividad, viajando, por teléfono o por Internet está distribuida por todo aquel país y por todo el mundo. Su decisión residencial la toma buscando un sitio donde estar tranquilo cuando no está viajando y un lugar donde su familia esté bien. El caso es que en el colegio de mi hijo me he reencontrado con un compañero de la facultad que, por motivos personales, vive en León y tiene un trabajo que hace desde aquí y viajando regularmente por España y Europa. Será uno de los primeros invitados a las charlas de los viernes del próximo curso académico.