Me recuerda a un familiar que anunció a mis padres con gran boato que el imbecil de su hijo se había colocado en un banco. Yo intervine en la conversación para confirmar la noticia. De hecho, la tarde anterior le había visto sentado en el parque en un estado bastante lamentable. Yo era un adelantado a mi tiempo en el uso creativo del lenguaje pero mi familia nunca apreció esta cualidad.
Otilio el glotón ayudante de Pepe Gotera, los chapuzas de los comics de mi niñez, lo tenía claro. El tocino lo comía con unas pinzas en la nariz por prescripción médica: “el cerdo ni olerlo”.
Más apropiado para Zapatero, después de tirarse de un avión y ante los gritos de Filemón pidiendo un paracaídas Mortadelo le entregaba un tubo de pomada para caídas.
Otilio el glotón ayudante de Pepe Gotera, los chapuzas de los comics de mi niñez, lo tenía claro. El tocino lo comía con unas pinzas en la nariz por prescripción médica: “el cerdo ni olerlo”.
Más apropiado para Zapatero, después de tirarse de un avión y ante los gritos de Filemón pidiendo un paracaídas Mortadelo le entregaba un tubo de pomada para caídas.
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