lunes, febrero 04, 2008

Más "expertos" económicos

Rajoy eligió a Manuel Pizarro como número dos de la lista al Congreso por Madrid debido a sus vastos (¿bastos?) conocimientos económicos. El día de su presentación política Pizarro dijo algo así como que: “donde mejor está el dinero es en el bolsillo del contribuyente”. Cualquier persona con unos conocimientos rudimentarios de economía sabe que la afirmación es completamente falsa. De hecho, sólo sería cierta en una economía sin bienes públicos ya que la cantidad de éstos generada en libre competencia es generalmente insuficiente (Pagina 159 de las 629 del libro introductorio de Mankiw). No deja de sorprender que se puedan sacar las oposiciones de Abogado del Estado, las de Agente de Cambio y Bolsa, crear una empresa de inversión financiera, dirigir dos grandes empresas y hasta ser Vicepresidente Económico del Gobierno con semejantes lagunas.

En este sentido, las oposiciones de Economista del Estado deben ser casi tan problemáticas. Probablemente, la mayor barbaridad económica de la legislatura (con permiso del discurso de aceptación del Ministerio de Chacón) la haya pronunciado Jordi Sevilla (Economista del Estado) al afirmar que pretendía que la paternidad no supusiese ningún tipo de renuncia. Teniendo en cuenta que el tema de las renuncias se analiza en la página 4 del manual de introducción a la Economía de Mankiw las dos tardes de clases de Economía que Sevilla impartió a Zapatero antes de las elecciones anteriores debieron ser memorables. Por otra parte, las oposiciones a Economista del Estado deberían estar grabadas y colgadas en youtube.

Finalmente, Zapatero pretende devolver 400 euros a los contribuyentes que hayan cotizado más de 400 euros. La primera sorpresa es que ésta es la propuesta de Pizarro. Nótese que no se trata de una redistribución (noble objetivo de política económica que definía a la izquierda hasta hace cuatro años) sino de poner el dinero de vuelta en los bolsillos de los contribuyentes. Por tanto, el autoproclamado presidente rojo considera una política de izquierda incentivar el consumo privado reconociendo implícitamente que él no tiene una política de gasto público que supere a esta tosca medida. Hasta hace poco esto era neoliberalismo salvaje seguidor del patrón mundial del comercio. En definitiva, si ésta es la política de un rojo tiemblo al pensar que significará ser feminista.

Dos ejemplos del problema de la Educación en España

Hoy traigo dos ejemplos del lamentable estado de la educación en España.

El primero es la conocida incapacidad de los españoles para hablar o siquiera entender un poco el inglés. Una parte se puede achacar a las deficiencias de escolarización y al fracaso escolar. Sin embargo, la parte más dramática es la falta de resultados de aquellos que han dedicado dos o tres lustros a estudiar inglés en los diversos programas educativos oficiales. Para complicar las cosas, algunas de estas personas han complementado los tres lustros de clases oficiales con clases particulares y cursos en el extranjero.

Un amigo que aprendió bien este idioma cerca de los cuarenta me contó la siguiente anécdota. Un día entró en un aula en que se acababa de impartir una clase de ingles. En la pizarra aparecía un tecnicismo gramatical que ningún angloparlante en su sano juicio usaría en toda su vida. Haciendo de la anécdota categoría, a eso se dedican los profesores de inglés y sus alumnos durante dos o tres lustros con los resultados que todos conocemos. Voy a ser políticamente incorrecto y voy a aventurar una hipótesis sobre la esencia del problema: la falta de preparación del profesorado. Cualquier ignorante puede preparar un gráfico con una compleja estructura gramatical pero muy pocos profesores dominan el idioma que explican o tienen ideas claras sobre qué enseñar y cómo. Richard Vaughan es una de las excepciones en España.

El segundo ejemplo me toca cerca: la enseñanza de la Economía. En El Mundo-La Crónica de León de ayer aparecía una entrevista con el Presidente de la Comunidad Autónoma de Cantabria. Veamos en primer lugar su trayectoria profesional con algunos subrayados.

Miguel Ángel Revilla Roiz.

Trayectoria profesional: Licenciado en Ciencias Económicas y diplomado en Banca y Bolsa por la Universidad del País Vasco. Director de banco en excedencia. De 1979 a 1982 fue profesor de Estructura Económica en la Escuela Superior de Dirección de Empresas de Santander, antes de acceder a la Universidad de Cantabria, donde ejerció como profesor de Política Económica y Hacienda Pública hasta 1995.


Veamos ahora la "profundidad" de sus análisis económicos


P. – Los aeropuertos de Santander y Asturias están compitiendo en vuelos de bajo coste. Ya los hay en Bilbao y ahora también puede haberlos en León y posiblemente en Burgos. ¿No son demasiados aeropuertos?

R.- Yo hablo de Santander, que es lo que conozco. Aquí sólo había vuelos a Madrid y Barcelona y apenas 200.000 viajeros anuales cuando yo llegué a la Presidencia. Hoy, en cambio, tiene un millón de pasajeros al año. Trabajan muchos más taxistas, la cafetería tiene siete empleados … El gobierno de Cantabria ha apoyado el transporte aéreo y los resultados están ahí. Y eso es lo más importante.

P.- Cambiando de tema. Hoy un litro de leche es tan caro como uno de gasolina.

R.- ¡Ya era hora! Ya era hora de que el ganadero tuviera el beneficio que se merece. Nosotros tenemos en Cantabria la mejor leche de España y los mejores pastos; no es una leche de vacas en granjas de hormigón. La leche es un elemento básico de la alimentación y es lógico que su precio sea acorde con al esfuerzo y al trabajo de los ganaderos. Hoy somos tan altos como los europeos, porque comemos tres yogures como ellos.

Este hombre no sólo tiene varios títulos de economista sino que ha formado a su vez a otros economistas.

viernes, enero 25, 2008

I+D en la industria agroalimentaria.

Hace tiempo un amigo me contó una horrorosa experiencia en el día de su cumpleaños. Acudió muy temprano a recoger la tarta de cumpleaños y cuando llegó vio como los empleados ayudaban a descargar bidones de crema pastelera de un gigantesco camión. De algún modo, se imaginaba a docenas de pasteleros batiendo huevos toda la noche o algo así. Creo que reaccioné rápido y le hice las preguntas correctas:

¿Has notado algo en el sabor o en la textura de las tartas?
¿Estarías más tranquilo si tu coche alemán lo hiciesen a mano en un taller de León?

A la primera contestó que no. A la segunda que no es lo mismo. Su argumento era que la tecnología de los coches implica que hacerlos en una planta en Alemania tiene ventajas de calidad, seguridad, etc.


Mi contestación fue que la tecnología cambia. Mis abuelos dedicaban varios meses al año a producir centeno en condiciones agronómicas lamentables, varios días el año a recoger leña y un día cada quince a amasar y cocer el pan. Las casa tenía una nave dedicada a leñera y una de las habitaciones más grandes albergaba un horno. Yo compro el pan normal en una panadería por un precio bastante bajo y sé donde puedo comprar diversos tipo de pan gourmet que, en ocasiones, está tan bueno como el que hacían mis abuelas. De hecho, en algunos lugares usan la tecnología moderna para emular los sabores antiguos. Por tanto, la tecnología de la crema pastelera puede haber evolucionado tanto que la calidad y seguridad alimentaria mejoren trayéndola en bidones.
Esta historia me lleva a una discusión frecuente en clase de Microeconomía cuando llega el momento de hablar de producción. A mi me gusta la tortilla de patata y me parece un buen plato para una cena ligera. Pero lleva entre media y una hora hacerla dependiendo de la destreza del cocinero.
En dos ocasiones he comprado una tortilla precocinada en el supermercado. La primera vez hace unos años la tortilla acabó en la basura. La segunda vez hace unos meses terminó en la barriga pero no estaba buena. No obstante, creí detectar una mejora.
Dada la tradición que tiene este plato en la cocina española
1. ¿Os imagináis las ventas de la empresa que consiga la técnica para que la tortilla precocinada tenga buen sabor?
2. ¿Habrá alguna empresa que tenga en marcha un proceso de I+D para lograr este producto?

jueves, enero 24, 2008

Taxis: un nuevo analisis

Algunos agentes en la regulación del taxi son:

Los usuarios

El precio hace que se considere un servicio de carácter totalmente excepcional. No tengo claro que constituya un sustitutivo o un complemento a otros medios de transporte urbano.

Los taxistas
Uno de los problemas del análisis es que es fácil confundir dos papeles que frecuentemente coinciden en la misma persona física.

El dueño de la Licencia

La licencia es un activo. De hecho, es tan necesaria como el coche para poder proporcionar este servicio. ¿Cuánto vale este activo?
Imaginemos que un taxi deja un beneficio anual de 5 unidades monetarias. Este beneficio lleva descontados todos los costes imaginables incluyendo el sueldo del conductor, aunque éste sea el mismo dueño de la Licencia.
Un individuo buscando oportunidades de inversión se entera de que hay una licencia de taxi a la venta por 120 unidades. El tipo de interés del momento es del 5%. Si pone las 120 unidades en el banco le dan un rendimiento de 6. Por tanto, la Licencia no es una inversión atractiva y su precio debería bajar antes de que alguien la compre. Por el contrario, si se pone a la venta por 80 unidades, ese dinero en el banco le da un rendimiento de 4 y la licencia le da un beneficio de 5. En este caso, habría bastantes inversores interesados en la Licencia y su precio subiría. El equilibrio se consigue cuando la Licencia valga exactamente 100 y de un rendimiento de 5.
Este resultado no es una gran noticia para el taxista dueño de una Licencia. Cuando se pone el sombrero de inversor no puede esperar un gran rendimiento. Hay dos excepciones a este resultado:

1. Que se aumente el número de Licencias y que te adjudiquen una gratis. En este caso, te han hecho un regalo. No me consta que esto ocurra en los taxis pero Gloria Carrasco, la Decana del Colegio de Farmacéuticos de León, me ha confirmado que esto ocurre con las nuevas Farmacias en Castilla y León.

2. Que se cancelen Licencias, aumente la cantidad demanda sin variar el precio, aumente el beneficio del taxi y el precio de la Licencia.

En general, un taxista rico (sin deudas) tendrá un rendimiento razonable pero no grandioso de la Licencia. Sin embargo, un taxista pobre (con deudas) tendrá un problema más grave. El beneficio del Taxi sólo da para pagar los intereses del prestamo que tomó para comprar la Licencia. Por tanto, la devolución tiene que hacerla con cargo a su salario como conductor. Lo que nos lleva al último actor de este drama…

El conductor del taxi
El conductor del taxi no puede aspirar a ganar mucho dinero. La gran mayoría de personas mayores de dieciocho años saben conducir y supongo que con un esfuerzo moderado pueden conseguir ampliar el carné para conducir un taxi. Si el salario fuese más alto que en otras ocupaciones con la misma penosidad habría cientos de candidatos dispuestos a trabajar por un poco menos de ese salario.


La relación entre el salario del conductor y el beneficio del dueño de la Licencia (aunque sean la misma persona) se puede intuir con un ejemplo. Imaginad que para conducir un taxi se necesite un super-carné. Este carné requiere pasar unas pruebas físicas como las de un piloto de línea aérea y una prueba de conducción bajo circunstancias extremas en el circuito de Jerez. En este caso sería muy difícil encontrar conductores y su sueldo sería muy alto. Sin embargo, el beneficio del taxi se reduciría y, por tanto, también el precio de la Licencia.


El resultado de la regulación es:
1. Consumidores que carecen de un buen servicio a un precio razonable.
2. Personas que invierten en la Licencia y que obtienen un rendimiento similar al de un activo sin riesgo.
3. Trabajadores que cobran el sueldo que cobrarían en cualquier otro sitio haciendo un trabajo parecido.
4. Trabajadores que se ven obligados a ahorrar una parte importante de su magro salario para pagar la Licencia.

La pregunta es ésta: ¿Para qué sirven entonces las Licencias?

Taxis: la polémica

La entrada del blog Sector Público 08.02 logró el record de tres comentarios. Por tanto, creo que es obligado darle otra vuelta a los temas que se trataban allí.

1. La regulación del sector del Taxi podría figurar en el libro de los record. Supongo que es difícil contentar a todas las partes implicadas pero es que, en este caso, se ha logrado que todo el mundo esté descontento.

2. Hace años leí que tus intereses personales deben guiar los temas que estudias pero no el método de análisis y mucho menos las conclusiones. Analizar un tema requiere abstracción y este ejercicio implica poder ponerse en el papel de los agentes implicados y, al mismo tiempo, tratar de mantener una posición neutral.

3. Hace tiempo leí que los constructores de León creían que el mercado no podría absorber el desarrollo de nuevo suelo. Ahora, Raúl dice que el ayuntamiento vendió más licencias de las que el mercado podía soportar. Mi modo de ver este asunto es que el mercado lo absorbe y lo soporta todo bajando o subiendo los precios.

4. La idea de que los autobuses salgan de la estación de autobuses cuando los clientes están todos juntos a más un kilómetro de distancia es absurda desde el punto de vista del uso de recursos. Si hay cincuenta viajeros dispersos por la ciudad que van a Madrid no sería lógico que el autobús se pasase tres horas recogiéndolos por la ciudad. Para eso están los taxis. Sin embargo, si se sabe que los viernes hay cincuenta viajeros en el Campus que van a Oviedo lo más lógico sería que saliese un autobús de ahí. Poner cincuenta taxis hasta la estación de autobuses es un mal uso de los recursos. La idea de crear riqueza poniendo trabas a la producción y al consumo no es nueva. De hecho, la exploró hace muchos años el inigualable Bastiat con su paradoja del tren inverso. Al parecer, los comerciantes de Burdeos decidieron que en vez de una estación de tren en Burdeos hubiese dos y una cierta distancia entre ellas. El tren llegaría de Paris a la estación del norte y partiría para España en la estación del sur. De esta manera, los viajeros desarrollarían Burdeos a base de ir en taxi, tomar algo en los bares y pernoctar en hoteles. Pero Bastiat razona que si eso es bueno para Burdeos también es bueno para cualquier otra ciudad. Es decir, debería haber un buen corte en la vía en cada pueblo o ciudad del recorrido. Llevando la historia al límite, en el afán de crear riqueza, el recorrido entre Paris y la frontera española sería un conjunto de cortes en la vía. Es decir, un no-ferrocarril o ferrocarril inverso. Por tanto, el recorrido se hace cogiendo taxis, tomando café en bares y haciendo noche en hoteles. Naturalmente, esa posibilidad ya existía antes de que se inventase el ferrocarril. Es curioso, que la restricción a la producción y al consumo se parezca a la ausencia de cambio técnico. El cambio técnico nos hace progresar y algunas regulaciones nos hacen ir hacía atrás.

5. El caso es que probablemente habría miles de cosas que harían a los dueños de las Licencias ganar más dinero si tratasen de seguir la ola del mercado en vez de oponerse siempre a él.

miércoles, enero 23, 2008

Sector público 08.03


El Mundo-La Crónica de León 23/1/08

LEÓN / VALLADOLID.— Después de la inversión millonaria que Junta, Estado y Ayuntamiento realizaron en el proyecto que convertiría a la ciudad en referente tecnológico nacional, el Consistorio leonés se ha gastado todo el dinero y da por muerto el proyecto. El propio concejal de Nuevas Tecnologías no sabe aclarar qué se va a hacer ahora con la supuesta sede a medio construir y que ha costado dos millones al erario público.




****


Se abre un concurso de ideas. Mi propuesta es subastar el edificio. Cualquier cantidad positiva será un ingreso para el Municipio y evitará futuros dispendios.


martes, enero 22, 2008

El Estatuto de Cataluña: camino a la insolidaridad

Eduardo Martínez Budría hace un interesante análisis de las implicaciones del Estatuto de Cataluña. Había prometido subirlo al blog hace tiempo. Al leerlo pasado un tiempo se pone de manifiesto lo efímero de la memoria y la rapidez con que unas polémicas sustituyen a otras.


Ver artículo aquí.



jueves, enero 17, 2008

La columna mensual de Javi


La Nueva España. 17 de Enero de 2008.


El azar y la innovación

JAVIER GARCÍA ÁLVAREZ

Director del Instituto CIES


Los españoles dedicamos más recursos a los juegos de azar que a la investigación, el desarrollo y la innovación (lo que se suele denominar I+D+i). Este argumento se presenta en algunas ocasiones para poner en tela de juicio el modelo productivo de nuestra economía, y cómo los españoles tenemos más fe en el azar que en el trabajo de crear nuevas ideas para generar más riqueza a través del conocimiento. Sin embargo, el último dato publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) muestra que los españoles empezamos a cambiar nuestra percepción respecto a cómo afrontar el futuro. En efecto, el gasto en I+D+i en España converge hacia el gasto en el juego, y esto es noticia. Desde el año 2000 el gasto de la I+D+i de empresas y administraciones públicas se incrementó en un 67% en España -en Asturias significativamente más, un 86,24%-, frente al 15% del sector del juego, dando lugar a una fuerte convergencia. ¿Qué tienen en común el juego y la I+D+i? Pocas cosas, pero sus diferencias nos permiten analizar algunas ideas económicas de interés. Jugar es un acto de puro azar, mientras que el de innovar está relacionado con el riesgo, con la probabilidad de tener o no éxito con las nuevas ideas. Un ejercicio hipotético: si la Administración en Asturias decidiera aumentar el gasto en 1 millón de euros en la industria del juego, es fácil imaginar la receta de cómo hacerlo: basta acudir a la administración de lotería más próxima. El sector aumentaría sus ingresos, y prácticamente su valor añadido, en esa misma cantidad. Si, en cambio, se pretende aumentar el gasto en I+D+i en ese millón de euros, las recetas para hacerlo no son obvias. Si se pretende que la innovación mejore la capacidad de competir de las empresas asturianas, ¿bastaría con aumentar las convocatorias de subvenciones en 1 millón de euros? La respuesta es negativa, y la teoría económica nos puede ayudar a entender por qué. La innovación está estrechamente relacionada con la «economía de las ideas». Y es que innovar no es, ni más ni menos, que crear nuevos o mejores productos y servicios, o hacer las cosas mejor. Pero tener ideas no es fácil. Tener ideas para crear productos que los consumidores estén dispuestos a pagar por ellos es menos fácil aún. Además de tener buenas ideas hay que estructurarlas y planificarlas en un proyecto de I+D+i. Pero los proyectos hay que desarrollarlos, y esto para la gran mayoría de las empresas (que no disponen de equipos ni departamentos técnicos) puede ser un verdadero problema. Sin embargo, antes de saber si la idea se puede convertir en mayores ingresos para la empresa hay que destinar recursos. Es decir, ante ingresos inciertos, existen costes ciertos, difíciles de recuperar por parte de las empresas. Piensen en una pequeña empresa de software que dedica dos ingenieros a trabajar para crear un programa. Esos ingenieros pueden estar trabajando, por ejemplo, 6 meses en la idea y, sin saber si tendrá éxito o no, la empresa ha tenido que arriesgar, como mínimo, el coste salarial de los mismos y su tiempo empleado. Si la innovación tiene éxito, los problemas no acaban, porque una de las características que definen a las ideas es que cuesta mucho (tiempo y dinero) conseguirlas pero poco (tiempo y dinero) copiarlas. Ante la copia los dueños de las ideas pueden no haber obtenido el máximo rendimiento financiero de la innovación, y a veces puede ocurrir que no recuperan ni siquiera la inversión llevada a cabo. Si el programa diseñado por la empresa de software una vez en el mercado se puede copiar o imitar con facilidad por la competencia, puede suceder que la empresa no recupere ni siquiera los costes soportados durante la innovación, que es precisamente el mayor coste, pensar y desarrollar la idea del programa. Por último, muchas empresas no disponen de mecanismos para contabilizar de manera separada los gastos en innovación y, por lo tanto, es muy difícil medir este esfuerzo. Se innova más de lo que las estadísticas nos tienden a indicar. Una pregunta clave: ¿Qué precisan las empresas para innovar? Como he indicado anteriormente, las recetas no son fáciles, pero existen algunas pistas. Es necesario un clima favorable a la innovación. Las empresas establecidas y las personas emprendedoras tienen que asumir que la innovación es lo que les permite no sólo sobrevivir en el mercado, sino crecer y diferenciarse de lo que ofrecen otras empresas, mejorando su rentabilidad. Pero ese clima tiene que tener otros condimentos: un acceso a la financiación -no sólo subvenciones- que permita reducir el riesgo al que están sometidas las empresas creadas con el único activo intangible del conocimiento. En la actualidad una empresa que no disponga de activos tangibles (como edificios o maquinaria) y sólo los tenga intangibles (como su saber hacer) tiene más dificultades para obtener financiación y, por tanto, para afrontar proyectos para crecer. Otro aspecto es mejorar la agilidad en la gestión de las ayudas a la I+D+i. La citada empresa ficticia de software nunca se presentará a una convocatoria que tarda más de 6 meses en resolverse, porque ése es el tiempo en el que la competencia «absorbe» sus nuevas ideas. En cambio, muchas convocatorias públicas para la innovación tardan más de esos 6 meses en resolverse. Los centros públicos de conocimiento (Universidad y centros tecnológicos) tienen la capacidad de poder convertirse en los departamentos de I+D que la gran mayoría de las empresas no tienen por su falta de recursos. Pero para que esta colaboración tenga éxito -para que las empresas arriesguen, crezcan y creen empleo- se precisa un esfuerzo constante por parte de estos centros para llegar a las empresas y ofrecerles, de manera rápida y flexible, soluciones a sus problemas para desarrollar sus ideas. En definitiva, tenemos una gran trayectoria como sociedad en apostar por el azar, pero cada vez más apostamos por las ideas. Obtener mejores indicadores de I+D+i no es sólo cuestión de mentalidad, que también, ni de cuánto dinero público se destina, que también, sino de cómo se usa ese dinero y qué impacto tiene en las decisiones empresariales. Para obtener una rentabilidad pública de la I+D+i se precisa tener la capacidad de saber cómo adoptan las decisiones las empresas y cuáles son sus necesidades para satisfacerlas.

domingo, enero 13, 2008

Mercados (de futuros)

El mercado es la suma de las fuerzas de multitud de personas que tratan de mejorar su bienestar mediante un intercambio. En ese sentido, el mercado es como un río. El río tiene fuerza y hace muchas cosas positivas sin intervención humana. Sin embargo, el bienestar puede mejorar si se entiende el funcionamiento del río. Por ejemplo, puedes prepararte para cuando haga cosas que no son completamente beneficiosas para ti. Al mismo tiempo, puedes tratar de hacer pequeñas intervenciones para que la fuerza del río realmente te beneficie.

Con tanta fuerza y con tantos beneficios es razonable que algunas personas se dediquen a adorar a los ríos y otras a los mercados. Es un hecho que la gente proyecta sus naturales tendencias religiosas hacia los objetos más insospechados. Mi conocida opción personal es estudiar y cuidar sin adorar.

La fuerza del mercado puede ser usada de forma inteligente en proyectos de desarrollo. En el video que adjunto Eleni Gabre-Madhi, una antigua economista del Banco Mundial de origen etiope desarrolla los siguientes puntos:

1. Relaciona subdesarrollo rural con ausencia de mercados.
2. Ausencia de mercados con problemas de información, calidades, estandarización, etc.
El mercado de futuros de Chicago surgió hace 160 años para solucionar problemas parecidos. Eleni Gabre-Madhi hace una propuesta similar adaptada a las necesidades del África rural, a la tecnología actual y a los conocimientos sobre el papel del riesgo en el funcionamiento de los mercados.


sábado, enero 12, 2008

Enseñando Microeconomía II

Desde hace años invito regularmente a antiguos alumnos y a conocidos para que expliquen sus actividades profesionales a mis alumnos.
El plantel de visitas está bastante sesgado hacia el éxito y la satisfacción profesional. Hace unos años un compañero me dijo que esta actividad podía alimentar expectativas exageradas y crear insatisfacción en los alumnos. Cuando se lo comenté a los alumnos de ese año me dijeron que casi todo lo que conocían eran historias de subempleo y desempleo y les parecía bien conocer otras posibilidades y hacerse ilusiones sobre ellas. Mis alumnos de este año han mencionado este tema pidiendo un rango más amplio de perfiles.
Aprovecho la oportunidad para pedir ayuda a los antiguos alumnos a través de su presencia en las charlas y sugerencias a todo el mundo.

Enseñando Microeconomía I

Como mencioné previamente los alumnos de Microeconomía hicieron una serie de interesantes propuestas que les gustaría ver integradas en la enseñanza de la asignatura. Una de las más interesantes pero difícil es añadir un nuevo tipo de ejercicio a las prácticas que elaboran en casa y se evalúan en clase. Los trabajos actuales contienen conjuntos de ejercicios matemáticos que tratan de:
1. Familiarizar al alumno con los conceptos básicos de teoría económica.
2. Fomentar el rigor y la capacidad analítica.
Son ejercicios del tipo: “dadas estas preferencias determina la función de demanda, la función de gasto, una compensación que hiciese que el consumidor aceptase esta subida de precios, etc.”.
Los ejercicios que los alumnos proponen consisten en el análisis de cuestiones relevantes usando esos mismos conceptos. Mi interpretación de la sugerencia es que quieren ver la microeconomía en situaciones prácticas. En otras palabras, quieren comprobar si el manejo con soltura de los conceptos macroeconómicos mejora su capacidad de análisis económico.
La petición me parece muy razonable. Si estuviésemos practicando cualquier deporte aceptaríamos de mejor grado el trabajo técnico y repetitivo si de vez en cuando pudiésemos jugar y comprobar que nuestro juego mejora con el trabajo técnico.
Sin embargo, por muy razonable que me parezca la petición yo no he visto que este tipo de ejercicios abunden en los libros de texto, no he sido expuesto frecuentemente a ellos en mi larga trayectoria como alumno ni tengo muy claro como proceder ante esta petición.

A estas alturas he asumido que tengo que cargar la petición sobre mis espaldas y hacer algo. Las razones por las que acepto son las siguientes:
1. Me gusta analizar cualquier problema desde un punto de vista económico.
2. Estoy convencido de que se puede vivir mejor y ganar más dinero haciendo este tipo de análisis.

Como dice el refrán una cosa es hablar y otra es dar trigo. Ahora me toca dar trigo y estas son algunas de las ideas que se me ocurren para este tipo de ejercicios.

1 Un ejercicio sencillo de demanda.

El precio de las atracciones de feria suele ser el mismo para todas las actividades, casi todos los días y todas las horas. En un determinado momento un operador observa que tiene la atracción vacía al precio fijado. ¿Cómo podría estimar una aproximación lineal a la curva de demanda?

2. Otro sencillo ejercicio de demanda.
¿Qué efecto tendría sobre los ingresos de una autopista subir el precio del peaje?
¿Qué efecto tendría sobre los ingresos de una autopista bajar el precio del peaje?
¿Serían iguales los efectos a lo largo del día, de la semana y del año?

3. Demanda de energía

4. Alcohol y tabaco

5. Lectura y cultura

6. Producción de viviendas

7. Producción de energía


Se agradecerían temas, sugerencias y fuentes de información para esta empresa.

miércoles, enero 09, 2008

Más del Blog de Mankiw

Ayer tuvimos una interesante clase de Microeconomía que dará bastante que hablar. Tras un montón de ejercicios numéricos corregidos y evaluados en clase, ayer se trataba de hacer propuestas sobre la enseñanza de la Economía. Los alumnos hicieron comentarios muy interesantes que pueden merecer futuras entradas de blog. Yo tengo una propuesta muy sencilla: enseñar economía y no cosas que no lo son.

Greg Mankiw se asombra de la "Economía" que se enseña en Europa y propone que se use su libro.

Visto en http://gregmankiw.blogspot.com/

Economics Education Aboad (mi editor escribiría abroad)
From a French textbook:
"Economic growth imposes a hectic form of life, producing overwork, stress, nervous depression, cardiovascular disease and, according to some, even the development of cancer."Read more here about what European students are learning about economics. (Thanks to The Informed Reader for the pointer.)Of course, that sentence is not from my favorite French textbook.

Sector Público 08.02

He leído en El Mundo-La Crónica de León que el Ayuntamiento de León va a reducir el número de licencias de taxis. En la misma noticia, un representante de los taxistas afirma que es preferible que los usuarios esperen diez minutos por un taxi a que los taxistas esperen una hora a que llegue un cliente.
Es una pena que a mí no me entreviste nunca nadie. Yo prefiero que los taxistas esperen una hora en la parada a tener que esperar diez minutos por un taxi. Supongo que somos cientos de miles los que opinamos lo mismo. Un interesante misterio es por qué la opinión de menos de dos centenares de taxistas es más importante que la de centenares de miles de ciudadanos.
Si me pongo el sombrero de economista las cosas mejoran bastante. Una bajada de tarifas haría que el taxista no tuviese que esperar tanto a que llegasen los clientes. A finales de Noviembre pagué siete euros por siete minutos de carrera. Cuando regresé del viaje hice rodar mi maleta desde la estación de autobuses hasta Santo Domingo para tomar el autobús urbano. Aunque viajaba con gastos pagados, decidí que los taxis no están al alcance de mi bolsillo

Sector Público 08.01

Algunas experiencias del pasado año.

Primavera de 2007.

Tratando de caminar hacia el Campus mis zapatos se hunden en varios centímetros de fango mientras esquivo charcos que pueden engullir media rueda de un coche. Una o varias empresas llevan meses, quizás años, moviendo tierra en una hipotética ampliación del Campus. Se trata de unas obras faraónicas hechas con el más completo desprecio por los miles de usuarios del Campus y de otros equipamientos educativos y deportivos, sin fecha de inicio ni de finalización. ¿Quién es el responsable de este desastre? ¿Tiene que ser así? ¿Por qué el sector público que tiene este tipo de potestades no nos respeta? ¿Por qué no me ocurre lo mismo cuando voy a Carrefour o a McDonalds? ¿Por qué los dueños y empleados de Carrefour me tratan como un ser humano y no como a una bestia?

Finales de Junio de 2007.

Tras un paseo por la bonita ciudad de Lille regreso al hotel Holiday Inn. Al pasar hacia el ascensor veo a Knox Lovell bebiendo cerveza en el bar. Me acerco, nos saludamos y empezamos una animada charla mientras trasegamos cerveza. Tras un rato de charla sobre la Universidad de Georgia (E.E.U.U), de Australia y de su familia le pregunto:
¿Cuáles serán los temas de investigación estrella del próximo cuarto de siglo? La respuesta fue:
1. La desigualdad.
2. Governmental waste.

He dejado sin traducir el punto 2 porque me gusta la traducción literal: basura (residuos) gubernamental. Sin embargo, el bueno de Knox se refería al derroche de recursos del sector público.

Diciembre de 2007.

El Ayuntamiento de León anuncia una subida de impuestos del 30% sin que los ciudadanos protesten. A favor de los ciudadanos diré que no están claros los cauces de protesta.
Al parecer, años de absoluta incompetencia municipal han generado una deuda tremenda que dificulta seriamente el funcionamiento del Ayuntamiento.
Las causas del endeudamiento no están claras. La prensa habla de una plantilla sobredimensionada donde la contratación de personal parece tener poca relación con las necesidades de la prestación de servicios públicos esenciales.
Las cosas empeoran en días sucesivos cuando El Mundo-La Crónica de León publica una entrevista al concejal del pepé responsable de personal en la pasada legislatura.
Imaginad que os van a operar de corazón. Se trata de una operación delicada pero que con los avances científicos y la cualificación médica se realiza con éxito en casi la totalidad de los casos. Sin embargo, un momento antes de dormiros comprobáis que han sustituido al cirujano por un hechicero de una tribu africana con su taparrabos, plumas y un hueso atravesándole la nariz. Esta es la impresión que yo tuve tras leer la entrevista.

Un resumen de estos puntos

1. El dispendio y la incompetencia gubernamental no tienen coste para los políticos. Simplemente, suben los impuestos y empiezan de nuevo.
2. En otas palabras, los fondos públicos pueden usarse de acuerdo a las estrictas necesidades de los políticos.
3. En el sector público, no es necesario ningún tipo de estudio o cualificación para gestionar ingentes recursos económicos.
4. Los ciudadanos no tienen ningún cauce de participación o de expresión de la opinión ante este conjunto de hechos.

martes, enero 01, 2008

Career Advice from David Brooks

Entrada del blog de Greg Mankiw enviada por Javier García:
NY Times columnist David Brooks writes:

One of the best pieces of career advice I ever got is: Interview three people every day. If you try to write about politics without interviewing policy makers, you’ll wind up spewing all sorts of nonsense.

Brooks was not talking about economists in particular, but this piece of wisdom can be taken as a critique of much of the economics profession. Many economists who write about policy rarely, if ever, encounter actual policymakers. Instead, they prefer to sit in the comfort of their ivory tower offices. (I know I do.)I wonder how different the economics profession would be if economists were expected to do a year of service outside of academia or, at the very least, if hiring committees rewarded a year of real-world experience as the equivalent of, say, a couple of academic publications. My conjecture is that the profession would be less creative but more useful.

sábado, diciembre 29, 2007

Economía divulgativa

Javier García me llama para hablar del interés de La Nueva España en la divulgación económica. Estad atentos a los próximos desarrollos en este sentido.
Mi antiguo alumno Raúl García Rivera me habla del artículo de opinión sobre el peaje de la autopista asturleonesa y se queja de que es imposible hacer ver a la gente que:

1. Pagar se paga siempre sea por peaje o por impuestos.
2. Algunas veces tiene ventajas ver directamente el precio de lo que se consume.

Le prometí intentar una explicación en mi blog y aquí está.
Uno de los problemas de la economía es la dificultad de percepción de los ciudadanos aunque estén razonablemente educados. Jostein Gaarder explica muy bien este fenómeno en “El Mundo de Sofía”. Las primeras veces que un niño pequeño ve un perro presenta un grado notable de excitación derivado de la curiosidad que le produce ver lo que para él es un ser muy extraño. Sin embargo, su padre no muestra el más mínimo signo de curiosidad. Al fin y al cabo se trata sólo de un perro. Del mismo modo, si el niño viese una persona volando aplaudiría el suceso pero su padre probablemente se desmayaría.

En un momento de nuestra vida nos sorprendemos al ver las cosas y estamos dispuestos a aceptar que pudiesen ser diferentes pero más tarde damos por hecho que tienen que ser como son, que deben ser así y que siempre lo serán.

Por tanto, el padre que no se sorprende de ver un perro está convencido de que las carreteras deben pagarse con impuestos independientemente de su uso pero la gasolina debe pagarse por litros cada vez que la compremos. Imaginemos que la gasolina también se pagase exclusivamente mediante impuestos. Un conductor medio recorre 15000 kilómetros al año con un coche que gasta 8 litros de gasolina cada cien kilómetros (1200 litros al año) que le cuestan un euro cada litro (1200 euros). Multiplicamos esa cantidad por el número de conductores y elevamos los impuestos para cubrir ese gasto. En este mundo, la gasolina se reparte gratuitamente en los surtidores. Espero no tener que esforzarme mucho para convencer a la gente de la alta probabilidad de los siguientes resultados:


i. La gente usaría mucho más el coche. Antes, hacer un kilómetro adicional costaba unos centimos de euro. Ahora, tener coche es costoso (impuestos) pero hacer un kilómetro más no cuesta nada ya que la gasolina la has pagado previamente con tus impuestos.
ii. Habría grandes colas en las gasolineras.
iii. La gasolina se agotaría frecuentemente y habría continuas llamadas a los ciudadanos para que no usen el coche y dejen de gastar combustible.

Es decir, en ese ejemplo imaginario tendríamos en las gasolineras los problemas que ahora tenemos en las carreteras:

i. El convencimiento de que hay demasiado tráfico
ii. Congestión de tráfico y colas
iii. Atascos y llamadas a la sensatez de los usuarios.

Los lectores más perspicaces habrán intuido que por mucho que nos quejemos quizás no está tan mal pagar cada vez que vas a la gasolinera y que algunos problemas de las carreteras mejorarían si se cobrase por cada kilómetro que se recorre en vez de cobrar por usarla (y por no usarla) como se hace actualmente en la mayoría de los casos.

Otro ejemplo sobre la importancia de los precios y la dificultad de las decisiones colectivas.

Acudís a una cena de navidad a un restaurante con cien compañeros de trabajo. Los organizadores han negociado un abundante y suculento menú pero no el postre. Al llegar a los postres, el camarero trae la carta y allí descubrís que tiene mantecado peñasanta (soufflé caliente con helado de tres sabores dentro) a un precio de diez euros.
Si estáis comiendo solos en un restaurante con el estómago bastante lleno y os ofrecen un postre copioso de diez euros os pueden entrar bastantes dudas sobre la conveniencia de pedirlo. Sin embargo, al ser cien comensales el coste en la factura de este postre será de diez euros dividido entre cien. Es decir, diez céntimos de euro. Al final, mucha gente hará este cálculo y terminará pidiendo el postre. El problema empeora cuando se trate de mil comensales, un millón de comensales, etc.
La primera reflexión es que es conveniente negociar un menú cerrado cuando hay muchos comensales (contribuyentes). De hecho, la gente lo hace de este modo. Esta reflexión tiene consecuencias para la provisión de bienes por parte de la administración.

La segunda es que es importante pensar si es necesario acudir en grupos grandes al restaurante. Al final, quizás disfrutas más con un grupo mucho más pequeño. En el grupo más pequeño podrás ajustar el servicio a tus necesidades y el pago a tus posibilidades.

La tercera es que todavía no hemos hablado de la estrategia del camarero al ver semejante desorden: subir el precio del postre, servir medias raciones, etc.

La influencia de un profesor


Antonio Alvarez y un servidor en Bruselas consultando una duda de estimación por máxima entropía con Quirino Paris (sentado).



Un prestigioso catedrático de economía me contó en una ocasión que cursó los cinco años de la Licenciatura en Ciencias Económicas sin que ningún profesor o alumno hablase realmente de economía. Según su propia versión, su primer encuentro con la economía tuvo lugar en la Universidad de Oxford ya camino de la treintena. Por suerte, yo sólo tuve que esperar un año para que Antonio Álvarez Pinilla fuese mi profesor de Microeconomía.

Este año, Antonio invitó a un grupo de antiguos alumnos a un aperitivo en una céntrica sidrería Ovetense. En la reunión de este año había un impresionante grupo de economistas repartidos por el mundo. Entre los asistentes a la invitación de Antonio se encontraban:

Manolo Campa, IESE.
Marta Menéndez Rodríguez-Vigil, Universidad de Paris-Dauphine .
Manuel Fernández Bagüés, Universidad Carlos III.
Angel Gavilán, Banco de España.
Carlos Luis Aparicio Roqueiro, Director General de Economía del Principado de Asturias.
Javier García, Instituto CIES.
Abel Fernández, Gabinete del Consejero de Economía del Principado de Asturias.
Faltaban, entre otros, Diego García de la Universidad de Carolina del Norte y Jonás Fernández de Solchaga, Recio y Asociados.

Algunos fueron también mis alumnos en Oviedo y les pedí que escribiesen un párrafo para mi página web describiendo su actividad profesional.

Antonio tiene la capacidad de animar a pensar en términos económicos y apoyar a las personas en que detecte un interés por la economía. Además, desde este apartado rincón del mundo logra publicar en revistas científicas internacionales y ser editor de una de ellas.

viernes, diciembre 21, 2007

Reflexiones sobre la repercusión mediática de mi artículo de opinión sobre los peajes

El artículo ocupa poco más de dos páginas en un volumen con algunos cientos de páginas. En este volumen se pueden leer trabajos rigurosos (descripción del problema, modelo, datos) realizados por prestigiosos investigadores. Por tanto, la primera sorpresa es que se le preste atención a un modesto artículo de opinión (que no estudio) sobre el “rescate” del peaje de la autopista Astur-Leonesa (a algunos amigos de León les molesta, con razón, que se le denomina autopista del Huerna). El miércoles traté de explicarle este punto a una periodista de El Mundo-La Crónica de León sin mucho éxito. En el artículo que se publicó el jueves en este diario se le sigue denominando “estudio”.

La segunda sorpresa es que algunos principios básicos de economía causen perplejidad. A saber:
1. La autopista no será nunca gratis. Si se rescata, la pagarán los contribuyentes (Hacienda somos todos) en vez de los usuarios. Algunos usuarios ganarán con la medida y algunos contribuyentes perderán.
2. Las autovías sin peaje no son gratis. Las pagan los contribuyentes. Esto nos parece normal porque nos hemos acostumbrado a ello pero no es necesariamente la mejor opción.
3. Los fondos públicos son escasos y tienen usos alternativos. Por tanto, es razonable preguntarse qué cosas dejarán de hacerse si se “rescata” el peaje.
4. Las bajadas de precio del peaje atraen más usuarios. Nunca se explica cómo se realiza la compensación por las rebajas de peaje ¿Multiplicando la rebaja por el número de usuarios? ¿Qué número de usuarios? ¿El número anterior a la rebaja o el número posterior?

5. Un peaje bien gestionado puede servir para hacer pagar por el servicio a los usuarios dependiendo de los beneficios que obtengan por el uso.


No tengo un conocimiento especial sobre economía del transporte o sobre peajes. Simplemente, he aplicado los conocimientos de economía que se adquieren en el primer curso de una Diplomatura (Relaciones Laborales por ejemplo) si los principios se explican bien con buenos materiales (Krugman, Mankiw, etc). La sociedad que se sorprende con el uso de principios económicos básicos también debería sorprenderse de que se enseñen a alumnos de primer curso de una Diplomatura Universitaria e incluso a alumnos de bachillerato. Los alumnos deberían reflexionar sobre el poder que les confieren estos conocimientos si se explican bien con los materiales adecuados.


Empecé a pensar sobre peajes cuando abrieron la autopista León-Astorga con un peaje que superaba ampliamente los dos euros. Algunos días conduciendo por la autopista vacía me preguntaba:


a. Si no sería razonable cobrar un poco menos y que circulase algún vehículo más.


b. ¿Quién y cómo había calculado los peajes iniciales?


c. ¿ Es razonable subir los precios con el IPC?

Sobre el punto b he obtenido algunas respuestas a lo largo del tiempo:
i. Respuesta jurídica (abogados contra el mundo). El BOE de fecha .. publica …
ii. Respuesta ingenieril (ingenieros contra el mundo). La autopista cuesta 100, la quiero amortizar en 20 años y van a circular 5 cada año. Por tanto, el peaje es 1.

La respuesta i no merece comentarios pero la ii sugiere la siguiente pregunta: ¿influye el peaje en el número de usuarios?
No espero obtener respuestas sobre el punto c pero creo que depende también del modo en que los precios del peaje afecten al número de usuarios.


Un análisis del cambio climático por Xavier Sala-i-Martín

Artículo original en:

http://www.columbia.edu/~xs23


Las frases en rojo son llamadas de atención a mis alumnos.



Cambio Climático (I): Una Verdad Incómoda


Leo con estupor que el gobierno acaba de contratar a Michael Moore como asesor en temas de terrorismo y se ha comprometido a hacer llegar a todos los colegios españoles su película Fahrenheit 9/11.


¿O era Al Gore para temas de CC (o cambio climático)? Bien, Moore, Gore, para el caso es lo mismo: ambos se dedican a hacer cinematografía propagandística con una preocupante falta de respeto por la verdad. En el caso del ex vicepresidente, su lucrativa cruzada político-climática le ha llevado a protagonizar Una Verdad Incómoda, una película bien hecha, dramática y a veces estremecedora, pero con un pequeño inconveniente: está plagada de mentiras incómodas.

Empecemos por la afirmación de que un 100% de los científicos están de acuerdo con sus postulados. Es verdad que hay casi unanimidad en que la tierra se ha calentado (menos de un grado, eso sí) durante el último siglo. Desafortunadamente para la credibilidad de Gore, la unanimidad se acaba aquí. Y si no, comparemos las afirmaciones de la película, no con algún informe de algún científico loco en la nómina de Exxon, sino con el documento que el Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU hizo público la semana pasada, documento probablemente sesgado a favor de posiciones ecologistas pero que, incluso así, demuestra que la película está llena de exageraciones.
Gore muestra imágenes de un océano Ártico sin hielo y de una Groenlandia y una Antártida descongelándose cosa que, asegura, causará una subida del nivel del mar de 7 metros. Es cierto que la masa de hielo del Ártico se ha reducido durante el último siglo (un proceso que, dicho sea de paso, empezó a principios del XIX, mucho antes de las emisiones de CO2 industriales). Pero en lo que se refiere a la Antártida, el IPCC dice que las temperaturas allí no sólo no han subido sino que han bajado (página 9) y se espera que su masa de hielo aumente durante el próximo siglo (página 13). La película muestra imágenes de una pequeña zona antártica cuyo hielo ha caído al mar, pero esa zona es la excepción en un continente que se está enfriando.

Lo de los 7 metros también es una exageración: la descongelación del Ártico tendrá consecuencias menores sobre el nivel del mar porque su hielo ya está flotando en el agua. Y como, según dice el IPCC, la Antártida no se va a derretir sino más bien al contrario, el aumento del nivel del mar no pueden ser muy grande. Las previsiones del IPCC confirman esa lógica y auguran que el nivel subirá no los 7 que dice Gore sino entre 0,18 y 0,59 metros (IPCC página 11). Las terroríficas imágenes de Nueva York inundándose lentamente y de Holanda, Shangai o Bangladesh desapareciendo y provocando cientos de millones de desplazados forzosos son pues, según el propio IPCC, una fantasía cinematográfica concebida para hacer cundir el pánico.

Gore sugiere que el deshielo de Groenlandia hará que se detenga la corriente del Atlántico que trae agua caliente de los mares del sur y provocará una nueva glaciación en Europa. Los científicos del IPCC están 90% seguros de que eso no pasará (página 12).

Tras mostrar imágenes de la ola de calor que sufrió Europa en 2003, Gore asegura que el calentamiento global causará millones de muertos. El IPCC dice (página 9) que los altibajos climáticos locales como los que sufrió Europa en 2003 no se pueden relacionar con el aumento de CO2. Es más, para ser intelectualmente honesto, a la cantidad de gente que se morirá por culpa del calor, Gore debería restar la gente que dejará de morir de enfermedades relacionas con el frío (hipotermias, gripes, enfermedades respiratorias y cardiovasculares relacionadas con las bajas temperaturas, etc). La película no explica que durante ese mismo 2003 catastrófico en que murieron 34.000 europeos por la ola de calor, también murieron 100.000 europeos de frío.

Aventurándose en el terreno del género cómico, Gore afirma que la gripe aviar, la tuberculosis, la SARS e incluso la guerra de Darfur están causadas por el calentamiento global. Lógicamente, ninguna de esas graciosas aserciones aparece en el IPCC. También enseña un gráfico en el que los costes de las compañías de seguros para hacer frente a los huracanes se han disparado. El IPCC tampoco habla de eso porque todo el mundo sabe que los pagos del seguro aumentan cuando sube el precio de las casas y cuando hay más gente que vive en primera línea de mar en zona de huracanes.

Finalmente, el no va más de la impostura es la imagen de una New Orleáns devastada por Katrina y un Gore explicando que la culpa es el aumento de la intensidad y la frecuencia de los ciclones tropicales por culpa del calentamiento global. El IPCC (página 6) dice que, a pesar de que hay alguna evidencia observacional de que la intensidad puede haber subido desde 1970 en el Atlántico, los datos no permiten ver tendencias a largo plazo ni en la intensidad ni en la frecuencia de los huracanes. Es más, al tomar tierra, Katrina era un huracán menor de fuerza 3-4 en una escala de 5. La razón por la que fue devastador no fue su inusual potencia sino el hecho de que reventó unos diques de contención deteriorados por el tiempo. La ironía es que hacía años que los científicos estaban avisando al gobierno de que cualquier huracán que pasara por encima de los viejos diques podría romperlos y causar una catástrofe. Digo que es una ironía porque, ¿adivinan quien era el vicepresidente del gobierno que decidió ignorar esos consejos y no reparar los diques? La respuesta, señor Gore, sí es una verdad incómoda.

Cambio Climático (II): Mezclar Ciencia y Política

¿Recuerdan aquello de que el siglo XX ha sido el más cálido del último milenio, la década de los noventa la más cálida del siglo XX y el año 1998 el más cálido de la década? Esa fue la frase estrella del informe del Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU en 2001, la frase que hizo cambiar el debate sobre el calentamiento global. Ocupaba un puesto preeminente en la primera página del informe e iba acompañada de un gráfico que mostraba unas temperaturas extremadamente estables entre los años 1000 y 1900, que luego se disparaban hasta llegar al máximo en el 2000. Era la prueba definitiva de que el siglo XX era anormal y, por lo tanto, de que el calentamiento estaba causado por el hombre.

La frase, repetida millones de veces durante cinco años, se utilizó para desacreditar a los herejes que habían osado decir que las temperaturas podían estar mostrando una recuperación natural después de la pequeña glaciación medieval. Al no mostrar ninguna glaciación medieval, el gráfico era convincente y demoledor, aunque tenía un pequeño defecto: ¡era mentira!

Los datos fueron construidos por Mann, Bradley y Hughes quienes, con los grosores de anillos de los árboles, la densidad de los corales e isótopos atrapados en los hielos glaciares y a través de un complejo método estadístico, reconstruyeron las temperaturas globales durante los últimos 1000 años. En 2003, los canadienses McKitrick y McIntyre descubrieron errores fundamentales en el trabajo de Mann que, una vez corregidos, revelaban que las temperaturas durante siglo XIV habían sido más altas que las actuales. El siglo XX ya no era una anormalidad y la afirmación estrella del IPCC quedaba en entredicho.

Mann y sus colegas reaccionaron y empezó una lucha de titanes científicos. Había tanto en juego que en 2006, el National Research Council de los Estados Unidos formó un comité de expertos liderados por el presidente de la Academia Nacional de las Ciencias Estadísticas Edgard Wegman para investigar el tema. Además de reñir a los paleoclimatólogos por utilizar técnicas estadísticas que no dominaban, el comité fue categórico: el análisis científico no sustenta la afirmación que el Siglo XX, la década de los 90 y el año 1998 son los más cálidos del milenio. A pesar de que el IPCC había otorgado un convencimiento de entre 66% y 90% sobre la veracidad del trabajo de Mann, tanto el gráfico como la famosa frase han desaparecido del informe 2007.

Todo esto lo explico no sólo para recordar una vez más que podría ser que el calentamiento global del siglo XX fuese una oscilación natural que poco tiene que ver con las emisiones de CO2, sino para advertir que cuando el IPCC afirma que hay consenso entre científicos sobre algo, puede ser que ese algo acabe resultando ser falso o que cuando dice que existe una convencimiento del 90%, ese convencimiento puede desaparecer en menos de cinco años.

Dicho esto, el IPCC acaba de hacer público un nuevo documento mucho más comedido, en el que dice que hay consenso y convencimiento sobre lo siguiente:

(1) La cantidad de CO2 en la atmósfera es más alta ahora que antes de la revolución industrial. (2) La temperatura media del planeta ha subido unos 0,74 grados durante el último siglo. La mitad de ese aumento se produjo antes de 1940. (3) Las temperaturas han subido en todos los continentes excepto la Antártida. (4) La masa de hielo en el Ártico ha bajado y algunos glaciares están remitiendo, aunque la cantidad de hielo en la Antártida ha aumentado. (5) El nivel del mar ha subido en 18 centímetros en 100 años.

¿Y qué hay de la nueva frase estelar del informe IPCC 2007: tenemos un convencimiento del 90% de que la mayor parte del calentamiento está causado por la acción humana? Si el IPCC dice que están convencidos en un 90% yo me lo creo. Ahora bien, aquí todo se complica porque una cosa es medir temperaturas y otra establecer causalidad. Sabemos que la teoría del efecto invernadero es cierta: emitir CO2 y dejarlo en la atmósfera contribuye al calentamiento del planeta. También sabemos que las temperaturas han fluctuado históricamente por razones naturales. A partir de aquí, para saber qué proporción del calentamiento es natural y qué parte está causado por las emisiones, los climatólogos utilizan complejos modelos matemáticos con los que, esencialmente, calculan cual hubiera sido el aumento de temperaturas si no hubiera habido emisiones y lo comparan con el aumento observado de temperaturas. Al no poder explicar los modelos todo el calentamiento con causas naturales, una parte debe haber sido causada por las emisiones. Noten ustedes que para que esta conclusión sea fiable es fundamental que el modelo matemático sea correcto. Y aquí es donde existe gran incertidumbre entre los científicos.

Supongo que es esa incertidumbre sobre los complejos mecanismos que determina el clima la que llevado a los autores del informe del IPCC-2007 a no especificar qué parte del aumento de 0,74 que está causada por el hombre por lo que, en realidad, nos está diciendo que tienen una seguridad del 90% de que saben bien poco.

En 2001 el IPCC se apresuró a publicar y a defender una frase estrella que resultó ser falsa y eso dañó su credibilidad y la de la comunidad científica. En 2007 el IPCC ha enmendado su error, lo que ciertamente le honora, y ha adoptado una posición mucho más seria y honesta. En un asunto de tanta importancia como el clima, es crucial que el IPCC mantenga su credibilidad y no vuelva a mezclar ciencia y política.


Cambio Climático (III): A La Vuelta de la Esquina


A finales del siglo XIX, la humanidad se enfrentaba a un serio problema medioambiental: el estiércol. La población urbana se disparaba y, dado que el medio de transporte principal eran los coches de caballos, los excrementos se acumulaban peligrosamente en la ciudad causando hedor, enfermedades respiratorias y fiebres tifoideas. Los sabios, que proyectaban una explosión demográfica a lo largo del siglo XX, predijeron una crisis ecológica sin precedentes.

Han pasado cien años y el miedo a morir sepultados por boñigas ecuestres se ha evaporado. Los que no han desaparecido son los augures de la desgracia. Es como si tuvieran su propia ley de la termodinámica: ellos ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman. En su actual encarnación, los catastrofistas (cuyo exponente más conocido es el actor Al Gore) nos dicen que el planeta se calentará tanto que el nivel del mar subirá 7 metros provocando inundaciones masivas y hecatombes varias.

Los científicos serios, cuya opinión intenta resumir el informe del Panel del Cambio Climático de la ONU (IPCC), son mucho menos dramáticos. Por ejemplo, sobre la subida del nivel del mar (que es el tema potencialmente más peligroso para el hombre), durante los noventa se decía que subiría un metro, en el informe del 2001 dijo que serían 49 cm y el de 2007 dice que el aumento medio será sólo de 34 cm. Parece que, a medida que los conocimientos mejoran, las predicciones científicas son cada vez menos pesimistas, cosa que contrasta con la creciente histeria de los profetas de la calamidad.

Ustedes se preguntarán: Y todo esto, ¿cómo lo saben? Los catastrofistas simplemente se lo inventan por lo que deben ser ignorados. ¿Y los científicos? Pues la verdad honesta es que… tampoco lo saben: lo proyectan con complicados modelos matemáticos.

Para que las predicciones de esos modelos sean acertadas se necesitan dos elementos. El primero, un modelo matemático correcto. Sobre la fiabilidad de éstos no voy a opinar porque no soy climatólogo, pero los mismos climatólogos confiesan que sus modelos actuales son muy imperfectos ya que el clima depende de muchos factores que no acaban de entender con precisión. El mismo gráfico 2 del IPCC-2007 confiesa que el nivel de comprensión científica de los efectos de la radiación solar, el vapor o los aerosoles es bajo.

Pero aunque los modelos fueran correctos, acertar en las predicciones requiere un segundo elemento: saber cuántos gases de efecto invernadero va a haber en la atmósfera durante el siglo XXI. Y aquí es cuando abandonamos el terreno de las ciencias del clima y entramos en el de la especulación económica. Entre otras cosas, hay que saber cual será al crecimiento de la población, su nivel de renta, su composición sectorial (la industria, por ejemplo, emite más que los servicios) o la tecnología que se utilizará para producir esa renta o para secuestrar el CO2 previamente emitido. No hace falta decir que la capacidad de los economistas (e insisto que yo no soy climatólogo) de predecir esos factores a 100 años vista con algún tipo de fiabilidad es, digamos… ¡nula!

Y como el IPCC sabe que no hay fiabilidad, lo que hace es simular diferentes escenarios: en uno la población (y por lo tanto las emisiones) crece mucho, en otro poco, en uno nos hacemos ricos, en otro no, en uno seguimos utilizando petróleo, en otro no, etc. Luego utilizan diferentes modelos para estimar los aumentos de temperaturas bajo cada uno de esos escenarios y los hace públicos en su informe.

La ONU piensa que con eso soluciona el problema, pero se equivoca: las predicciones sólo son realistas si los escenarios son realistas y algunos claramente no lo son. Por ejemplo, en el escenario llamado A2 se hace el supuesto de que la renta de los países pobres crecerá hasta los niveles que actualmente tenemos los ricos y que, a pesar de ello, la población mundial seguirá aumentando hasta alcanzar los 15.000 millones de personas. Eso es muy poco probable ya que cuando sube la renta la natalidad baja, como demuestra la experiencia de España y Europa en las últimas décadas.

Otro ejemplo: en el escenario A1FI, se proyecta que la renta per cápita mundial subirá desde los 3.900 dólares actuales hasta los 75.000 y que, a pesar de ello, seguiremos utilizando las mismas tecnologías intensivas en petróleo y carbón. Eso es muy poco probable ya que la mayor riqueza incrementará la demanda de esos recursos y, en consecuencia, su precio subirá (miren, si no, lo que ha pasado en los últimos años a raíz del crecimiento de China). Eso hará que la gente pase a utilizar aparatos que gasten menos (miren cómo bajó la demanda de 4x4s en Estados Unidos cuando el petróleo se puso a 70 dólares/barril) y que las energías alternativas que ya existen pasen a ser rentables y sustituyan a las fósiles.

Lo interesante es que estos dos escenarios tan poco probables desde del punto de vista económico son los que proyectan los aumentos más dramáticos de temperaturas y del nivel del mar. Claro que incluso los escenarios más razonables son poco fiables ya que incurren en el mismo error que cometieron los sabios del siglo XIX: ignoran las innovaciones que se van a producir a lo largo del siglo y que ahora no podemos ni imaginar. Al fin y al cabo, en 1900 no sólo nadie soñó que durante el siglo XX aparecerían el teléfono móvil, Internet, los transbordadores espaciales o el bikini, sino que fueron incapaces de ver que el automóvil –que a la postre fue la solución al problema del estiércol urbano- estaba a la vuelta de la esquina.

Cambio Climático (IV): El Tipo de Interés


Imaginen que una constructora les enseña un estudio que demuestra que su casa se va a derrumbar dentro de 100 años y les hace una oferta: ustedes y sus descendientes pagarán 3.000 euros al año durante un siglo; a cambio, la empresa irá haciendo obras para evitar tener que reconstruir la casa dentro de 100 años, cosa que tendría un coste estimado de 500.000 euros. ¿Piensan que es una buena oferta?

La respuesta es… ¡depende de los tipos de interés! Fíjense que la constructora les está proponiendo ahorrar 3.000 al año durante 100 años a cambio de una casa valorada en unos 500.000 euros dentro de un siglo. Para saber si la oferta es buena, deben estimar cuánto dinero tendrían sus hijos si, en lugar de aceptarla, ustedes depositan los 3.000 euros anuales en un fondo de inversión. Si el tipo de interés de ese fondo es cero, dentro de 100 años sólo habrá 300.000 euros en la cuenta. Como la constructora ofrece una casa valorada en 500.000, la oferta es atractiva. Pero si, como es más realista, los intereses son, digamos, un 6%, entonces invirtiendo 3.000 euros al año, sus descendientes tendrán más de 18 millones en su cuenta. En este caso, la oferta de la constructora es mala y solamente sería atractiva si una casa en 2100 costara 18 millones de euros.

Este ejemplo refleja un principio económico importante llamado principio del descuento: cuando el tipo de interés es realista, sólo vale la pena sacrificar hoy cantidades importantes de dinero para prevenir catástrofes lejanas si éstas son extraordinariamente costosas.

Les explico esto porque el mismo principio debería guiar las decisiones sobre el cambio climático (CC) ya que, según los científicos serios, los costes de dicho cambio no se van a notar en décadas o quizá siglos. El principio del descuento sugiere que propuestas como el protocolo de Kyoto, que comporten gastos elevados en el presente, no deberían adoptarse a no ser que los costes del CC se prevean descomunales. Esa es la conclusión a la que llegan la mayoría de estudios como los de William Nordhaus de la Universidad de Yale.

Un artículo reciente del profesor británico Nick Stern contradice todos esos trabajos y concluye que deberíamos gastar hasta un 15% de nuestro PIB para evitar el CC. A pesar de que Nordhaus y Stern utilizan los mismos modelos de evaluación del impacto económico del CC que estiman que los costes del CC en la actualidad son esencialmente cero y que se acercarán al 3% del PIB dentro de 100 años, sus conclusiones son diametralmente opuestas. ¿Cómo se explica la diferencia? Respuesta: ¡otra vez los tipos de interés! Como en el ejemplo de la empresa constructora, cuando se usa el 0% (el caso de Stern) se concluye que vale la pena gastar mucho hoy para evitar el desastre y cuando se utiliza el 6% (Nordhaus), no. Así de simple.

La pregunta, pues, es: ¿Qué tipo de interés deberíamos utilizar para tomar decisiones racionales sobre el CC? Los ecologistas usan un argumento de tipo ético para defender la aplicación del 0%: descontar el futuro, dicen, es dar menos peso o menos valor, a generaciones futuras y eso es una injusticia. Este argumento es atractivo… aunque muy debatible. Por ejemplo, el principio de justicia Rawls requiere dar más importancia a los grupos de personas más desfavorecidos. Stern acepta este criterio cuando compara regiones del mundo ya que da mayor peso a África porque es pobre. En una incomprensible pirueta intelectual, Stern no aplica la misma regla cuando compara generaciones. Al fin y al cabo, nuestros hijos no sólo van a heredar un planeta más caliente. También heredarán una tecnología y unas instituciones que les van a permitir ser mucho más ricos que nosotros. De hecho, las propias simulaciones de Stern y del IPCC suponen tasas de crecimiento de cerca del 2,5% que implican que la gente en 2100 será entre 15 y 25 veces más rica que nosotros. Si es de justicia Rawlsiana dar más peso a los africanos porqué son pobres, entonces uno tiene que dar más importancia a las generaciones presentes porque también son pobres en relación a las futuras. Es decir, es de justicia aplicar un tipo de interés a la hora de evaluar costes intergeneracionales por lo que las conclusiones de Stern están equivocadas.

Para que se hagan ustedes una idea de lo que significa esto: Suponiendo que el protocolo de Kyoto consiguiera eliminar futuras catástrofes climáticas y si el tipo de interés fuera del 6%, la tasa de crecimiento del 2,5% y los costes del CC se manifiestan dentro de 100 años, solamente valdría la pena implementar Kyoto (cuyo coste anual estimado es del 1% del PIB mundial) si las pérdidas ocasionadas por el cambio climático dentro de 100 años fueran del 33% del PIB anual. Las peores predicciones de los más catastrofistas hablan de pérdidas 10 veces más pequeñas que eso. Conclusión: el protocolo es una idea terrible.

Estos cálculos se han hecho bajo el supuesto de que Kyoto acaba eliminando totalmente el riesgo de catástrofes. El problema para los defensores del protocolo es que ni siquiera eso es verdad. De hecho, se estima que si no hacemos nada, el aumento de temperaturas será de 2,8 grados en 100 años. Y si implementamos Kyoto las temperaturas aumentarán en 2,8 grados no dentro de 100 sino de… ¡106 años!

¿Vale la pena sacrificar el 1% del PIB (500.000 millones de euros) cada año (repito, cada año) durante 100 años para posponer el calentamiento en sólo 6 años? La respuesta es no: malgastar dinero para no conseguir casi nada es una mala idea, sea cual sea el tipo de interés.




Cambio Climático (V): Entre Unos y Otros


En el debate sobre el cambio climático hay tres tipos de actores: en un extremo está una minoría que niega la evidencia científica del calentamiento global. En el otro extremo está una gran cantidad de gente que exagera los hechos científicos demostrados, que toma las predicciones basadas en modelos poco fiables como si fueran verdades inapelables, que atemoriza a la población augurando cataclismos varios, que insulta y desacredita a los discrepantes y que, después de cada tormenta, demanda irreflexivamente la implementación del protocolo de Kyoto. Y a mitad de camino entre unos y otros existe gente que intenta analizar el problema racionalmente, separando lo que dicen realmente los informes científicos de la propaganda y, sobre todo, intenta utilizar el sentido común para diseñar políticas adecuadas. Es precisamente cuando el planeta se calienta que hay que mantener la cabeza fría y no dejarse llevar por el pánico o por la histeria de los extremistas.

En mi último artículo expliqué que los enormes gastos que comportaría la implementación directa del protocolo de Kyoto no compensan los reducidos beneficios que obtendremos dentro de 100 años. ¿Quiere decir eso que no debemos hacer nada? No necesariamente. Lo que sí quiere decir es que (a) debemos invertir en cosas más productivas y (b) si decidimos reducir emisiones, debemos hacerlo de la manera más barata posible.

La inversión más productiva relacionada con el medio ambiente es, sin lugar a dudas, el I+D. Dicen los expertos que hay tres áreas prometedoras en las que investigar. La primera es la de las energías alternativas. Aquí tenemos un ejemplo del perjuicio que puede causar el delirio de los radicales: los científicos dicen que la fusión nuclear que dará energía limpia e ilimitada, aún tardará 50 años. Al exagerar los catastrofistas la urgencia del problema, nuestros líderes estén abandonando la investigación en fusión nuclear porque creen que llegará demasiado tarde. Y eso es un grave error.

Una segunda línea prometedora es la de limpiar el CO2 ya emitido como hacen los árboles con su función clorofílica. Se está progresando en el tema del secuestro de CO2 pero todavía estamos lejos. La tercera línea es el almacenamiento de energía. Fíjense en la cantidad de energía natural –solar, eólica, mareas, tormentas, etc- que desaprovechamos simplemente porque no tenemos buenas baterías donde almacenarla. De hecho, el problema actual de las energías renovables no es que sean caras sino que no son fiables porque no se generan cuando se necesitan sino cuando quiere la naturaleza. Si pudiéramos acumularlas cuando sopla el viento o luce el sol para ser utilizadas cuando son necesarias, el problema se habría acabado.

En cuanto a la política de reducir emisiones, existen tres alternativas. La primera, que es la que proponía Kyoto originalmente, es la regulación: el estado asigna arbitrariamente unas cuotas de emisión y se pone en la cárcel a quien emita más de lo permitido. Imaginen que hay dos empresas, A y B, que emiten CO2 y que, para A, el coste de reducir emisiones es muy bajo mientras que para B, es prohibitivo. Si se obliga a las dos a reducir las emisiones en 50 toneladas (tm) cada una, quizá la empresa B tenga que cerrar, cosa que tendría importantes pérdidas económicas y aumento del paro. Se estima que hacer eso costaría el 5% del PIB mundial cada año.

La segunda es la que ha adoptado la Unión Europea: también se asignan cuotas de emisión pero se deja que las empresas compran y vendan esas cuotas. Si se permite que la empresa B le pague a la A un dinero para que ésta reduzca 100 tm en lugar de 50 tm, la reducción total de emisiones será la misma, pero los costes económicos serán mucho menores porque el ahorro lo hace la más eficiente. Se calcula que el coste de esa estrategia es del 1% del PIB anual.

La tercera vía es la que proponen un creciente número de economistas que el profesor Harvard Greg Mankiw llama el club de Pigou en honor al inglés Arthur Cécil Pigou. La idea es aumentar los impuestos sobre productos que emiten CO2 –por ejemplo la gasolina, el petróleo o el carbón- y, a cambio, reducir otros impuestos distorsionadores. Si el tipo impositivo es suficientemente alto, la empresa A (que, recuerden, es la eficiente), evitaría pagar esas tasas a base de reducir sus emisiones en 100 tm. A la empresa B le saldría a cuenta no reducir emisiones y pagar los impuestos. Fíjense que la reducción global sería la misma que con las cuotas pero con una gran diferencia: con las cuotas, el dinero que paga B se lo queda la empresa A mientras que con el impuesto, el dinero se lo queda el estado. Y aquí está el truco de la propuesta: el estado debe compensar las distorsiones causadas por la nueva tasa rebajando otros impuestos que ahora perjudican la actividad económica como el IRPF. ¿Resultado? Las emisiones se reducen exactamente igual que con las cuotas, pero el impacto económico negativo es mucho menor.

Un aviso: para que esta estrategia de sustitución de impuestos funcione, es importante asegurarse que los políticos realmente utilizan la recaudación del impuesto pigouviano sobre el CO2 para rebajar el IRPF –y reducir así los costes de la política medioambiental- y no para aumentar el gasto y satisfacer su conocida avidez fiscal y electoralista.

Sea como sea, existe un gran espacio para el debate medioambiental sereno y sosegado, lejos de la histeria de los extremistas de ambos lados y de las constantes amenazas y los insultos que profieren entre unos y otros.




Cambio Climático (y vi): No Es Nuestra Prioridad

Al Gore afirma que evitar el cambio climático (CC) no es una cuestión de política sino de moral. Es nuestra obligación ética, dice, dejar a nuestros hijos un planeta mejor.

La utilización de conceptos de moral y ética en el debate sobre el CC indica que algunos analizan el problema del calentamiento global no tanto desde la ciencia como desde la religión. En un discurso pronunciado en la universidad en California, Michael Chrichton equiparó al movimiento ecologista con una nueva religión ya que hablaba de la irrupción del hombre en el paraíso terrenal con un pecado original contaminador llamado revolución industrial y que prometía la salvación eterna si se cumplían los mandamientos revelados en Kyoto. A mi también me da la impresión que algunos radicales del CC apuntan tics sacerdotales. Pero, a diferencia de Chrichton, no lo digo por el contenido de sus ideas sino por la forma cómo las defienden que a menudo recuerda a los tribunales de la Santa Inquisición. Por ejemplo, antes de siquiera entrar en debate, acusan a los que discrepan de estar al servicio, no del demonio, sino de Exxon (que me parece que es mucho peor) o de ser neocones pagados por el satánico Bush. Llaman negacionistas a los que no comulgan con sus ideas equiparándolos con los nazis que niegan el holocausto. Exigen censura a los medios de comunicación para acallar a los que se desvían del catecismo oficial. Piden que se silencie a los ignorantes que no tengan un título de física, aunque el debate sea más un tema de estadística y economía que de climatología. Culpan a los sacrílegos de querer destruir el planeta e incluso los denuncian por no amar a sus hijos. Y claro, todo esto lo hacen sin aportar pruebas, porque los poseedores de la verdad absoluta nunca han necesitado pruebas para condenar al hereje a la pira purificadora. Les basta con hablar, como Torquemada, desde una supuesta superioridad moral.

A mí, la verdad, todo esto me parece bastante cómico. Una sociedad sana debe debatir los temas importantes de manera abierta y civilizada, sin actitudes inquisidoras. Les diré incluso que estoy de acuerdo con Al Gore cuando dice que tenemos la obligación ética de dejar un planeta mejor a nuestros hijos. Pero un planeta mejor no quiere decir un planeta más frío. Un planeta mejor es (también) un planeta sin pobreza. O un planeta sin SIDA o Malaria, un planeta sin malnutrición, un planeta donde todo el mundo tiene acceso a la educación y al agua potable, un planeta sin guerras, corrupciones políticas o gangsterismo.

Y dado que hay muchas maneras de mejorar nuestro mundo, el debate debería centrarse en cómo priorizar a la hora de hacerlo y no en quien ostenta la superioridad moral.

Sí, ya sé que algunos dirán que no hace falta priorizar porque luchar contra el cambio climático no impide luchar también contra la pobreza. Pero eso es falso. Las restricciones presupuestarias existen y cuando un gobierno dedica dinero o capital político a luchar contra el calentamiento, no puede dedicar esos medios a la cooperación internacional. Del mismo modo, cuando una empresa dedica recursos de responsabilidad social a mejorar el medio ambiento, no los dedica a promocionar infraestructuras de agua en África.

Y no. No vale decir que luchar contra el CC va a generar mayor crecimiento porque la verdad es que reducir el CO2 va a costar mucho dinero. Tampoco vale decir que luchamos contra el calentamiento para evitar que los africanos se queden sin agua dentro de 100 años, porque los africanos no tienen agua hoy: en la actualidad ya hay dos millones de niños que mueren de diarrea cada año por falta agua potable. Si todo esto lo hacemos para ayudar a los pobres, solucionemos primero los problemas de los pobres de hoy y después ya ayudaremos los de dentro de un siglo.

La pregunta clave del debate del CC es, pues: si priorizáramos de manera racional, con información experta y sin las histerias generadas por películas de Hollywood, ¿qué problema de los muchos que tiene el mundo, deberíamos atacar primero? Existe un grupo en Dinamarca llamado Consenso de Copenhague que ha intentado responder a esa pregunta. Primero reunió a un grupo de sabios que incluían a varios premios Nobel con los más expertos defensores de dar prioridad a la lucha contra el CC y pidió a éstos que expusieran sus ideas, sus razonamientos y sus evaluaciones de costes y beneficios de solucionar el problema. Luego hizo lo mismo con los que querían priorizar la lucha contra el hambre, la erradicación de la malaria, el acceso al agua potable y así hasta 17 problemas de primer orden mundial. Una vez escuchados todos los expertos, se pidió a los sabios que establecieran un orden de prioridades. El resultado: la lucha contra el SIDA y la malaria encabezaban la lista y les seguían la pobreza y la malnutrición, las barreras arancelarias que impiden a los países pobres comerciar y crear riqueza, el acceso al agua potable y la educación. Lo interesante es que el cambio climático ocupaba la última posición.

El Consenso de Copenhague repitió el experimento con 24 embajadores de las Naciones Unidas y con un grupo de jóvenes, representantes de las generaciones futuras. En ambos casos los resultados fueron idénticos: puede que el calentamiento global sea un problema importante. Pero no es el único problema importante a los que se enfrenta la humanidad. Una vez se comparan las urgencias y las necesidades, los costes y los beneficios, los pros y los contras, la lucha contra el cambio climático no es nuestra prioridad.

jueves, diciembre 20, 2007

¿Qué es más importante tener fortuna o ser afortunado?


Un artículo de opinión escrito por mí hace unos años en un contexto de descerebrada polémica partidista inspira la política del gobierno. Por supuesto, es una cuestión de suerte que el volumen en que aparece el artículo vea la luz el día que el gobierno decide aplicar una confusa versión folclórica de mi propuesta.

C.




La Nueva España. 20 de Diciembre de 2007


La rebaja máxima para los usuarios habituales del Huerna alcanzará en torno al 40% del peaje
La bonificación será gradual en función del número de viajes mensuales y se aplicará a partir de la segunda vez que se use la autovía

Una promesa electoral de largo cumplimiento. Paso a paso, los socialistas siguen avanzando en la rebaja del peaje del Huerna, comprometida en la campaña electoral de las generales de 2004.
Oviedo El Consejo de Ministros aprobará mañana la rebaja del peaje del Huerna para los usuarios habituales de la autovía que enlaza Asturias con León. La bonificación máxima para quienes más utilicen esta vía se situará en torno al 40 por ciento. José Luis Rodríguez Zapatero viajará mañana a León, su tierra natal. Allí, en terreno propicio, desvelará los detalles de la reducción, negociados entre el Gobierno asturiano, el Ministerio de Fomento y el equipo de Presidencia de Moncloa. Álvaro Cuesta, diputado socialista por Asturias, confirmó que el asunto fue despachado ayer por la comisión de subsecretarios, encargada de preparar la reunión del Consejo de Ministros. Cuesta y Zapatero fueron también -con el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces- los «autores intelectuales» de la promesa de supresión del peaje del Huerna, lanzada en la campaña electoral de 2004. Pronto hará ocho años, y desde entonces hasta ahora sólo se ha avanzado un paso hacia ese horizonte: la reducción del 30 por ciento del canon a los transportistas, en vigor desde enero de 2006. El parlamentario socialista se negó a dar más precisiones: «Es una promesa que hicimos y mantenemos. Ahora lograremos un avance mucho más significativo, y nada más puedo decir». Otros fueron algo más allá. La rebaja entrará en vigor a principios de 2008, según las primeras previsiones. Para ser beneficiario habrá que contar con una tarjeta identificatoria que deberá ser mostrada en los puestos de control del peaje. Posteriormente este sistema, algo rudimentario, será sustituido por un telepeaje: un lector óptico permitirá identificar los coches que pasen y aplicar el descuento correspondiente, sin necesidad de que los vehículos detengan su marcha ante los controles. Los descuentos aumentarán de forma escalonada, en función del número de viajes mensuales que realice cada usuario. A partir de una cantidad se aplicará la bonificación máxima, «en torno al 40 por ciento», conforme a los cálculos de uno de los cargos socialistas al tanto del acuerdo. Ése es el porcentaje máximo. Pero antes de alcanzar ese listón ya habrá rebajas notables. De hecho, los poseedores de la tarjeta acreditativa empezarán a notar una reducción considerable ya con el segundo viaje que realicen, en principio en días laborables. «Que nadie piense que será algo complicado. Será un procedimiento sencillo, y bastará con cruzar la autovía un número reducido de veces al mes, menos de diez, para notar el máximo de beneficios en el bolsillo. No hay trampa oculta», añadió la misma fuente. Tampoco excesiva novedad. En varios peajes de Cataluña se aplica un modelo similar, a través de un sistema denominado Tacconsum. En estos casos el Ministerio de Fomento considera conductores habituales a los usuarios que realicen más de ocho viajes al mes en días laborables. Los descuentos permiten rebajas que oscilan entre el cinco y el 25 por ciento del total.